La Estrategia en Cuidados Paliativos del Sistema Nacional de Salud estima que entre el 50-65% de las personas que fallecen en España necesitarán cuidados paliativos. "Todos los profesionales que atienden a estos pacientes tanto en atención primaria como en hospitales deben estar preparados para ofrecer estos cuidados", destacó Pascual. En situaciones de complejidad deben intervenir los equipos específicos de cuidados paliativos. La complejidad viene determinada fundamentalmente por situaciones clínicas difíciles como dolores y otros síntomas intensos, urgencias, crisis de angustia existencial, dificultades para el cuidado familiar o conflictos éticos.
Espiritualidad y sufrimiento
En el mismo módulo intervino el doctor Enric Benito, coordinador de la Estrategia Balear de Cuidados Paliativos y coordinador del Grupo de Espiritualidad de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL). Benito impartió un taller, dirigido a promover en los profesionales de cuidados paliativos el conocimiento e interés por algunos conceptos básicos para mejorar la capacidad de atención al sufrimiento y a las necesidades espirituales de pacientes con enfermedad avanzada y terminal.
Según este experto, el modelo biomédico que predomina en la atención sanitaria en general, e impregna también los cuidados paliativos, se ha centrado fundamentalmente en los aspectos orgánicos de la enfermedad y sólo recientemente está apareciendo un interés creciente por explorar y atender las dimensiones subjetivas del proceso de enfermar y de morir. "El "dolor total" o sufrimiento, tiene aspectos que no pueden ser tratados y aliviados con los fármacos habituales. El dolor y el sufrimiento nos demandan aproximaciones e intervenciones completamente diferentes. El cambio más importante es descubrir que ante el sufrimiento no hay que actuar, no es algo que podamos resolver con un tratamiento, no responde a la categoría de los problemas", señaló Benito.
En el entorno de los cuidados paliativos lo que hay que plantearse, explicó, es tratar a una persona en todas sus dimensiones desde una perspectiva integral, "a una persona que reconocemos que se enfrenta en un proceso que se caracteriza por la fragilidad, dependencia e incertidumbre". En este sentido, añadió que más allá de aspirar a un buen control de síntomas y al confort del paciente, se debe intentar facilitar las condiciones para que el máximo de personas puedan "cerrar bien el proceso de haber vivido y que lo hagan con confort, serenidad, y confianza, es decir, deberíamos aspirar a que nadie muera con dolor, ni solo ni con miedo".
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