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06 October 2008

El 65% de los mayores de 65 años padece cuatro o más trastornos crónicos de manera simultánea

El 65% de las personas de 65 años tiene cuatro o más patologías crónicas. Es una de las conclusiones que se vierte en el libro Atención Sanitaria al Anciano, publicado por la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG) y que advierte de los riesgos de un mal abordaje de estos pacientes. El doctor Pedro Abizanda, jefe de la Sección de Geriatría del Complejo Hospitalario de Albacete, explica que el tratamiento de una patología puede empeorar otras o hacer aparecer otras nuevas y subraya la importancia de saber priorizar las diferentes enfermedades para evitar el deterioro funcional del anciano, objetivo principal de los geriatras.

Precisamente la comorbilidad es uno de los factores que contribuyen a incrementar la dependencia del anciano. Según se explica en el libro, “existe una clara asociación entre comorbilidad, capacidad funcional y discapacidad”. El doctor Abizanda apoya esta afirmación en un estudio en el que se analiza la incidencia de hipertensión arterial, enfermedad coronaria, cardiopatía, ictus, cáncer, diabetes, artritis reumatoide, artrosis, demencia, enfermedad psiquiátrica, osteoporosis, fractura de cadera, Parkinson y EPOC.

El estudio concluyó que el padecer uno de estos trastornos dobla el riesgo de desarrollar una dependencia funcional nueva; el padecer dos lo incrementa más de cuatro veces y el padecer tres supone un riesgo 13 veces mayor. Según los datos que maneja el doctor Abizanda, las patologías más frecuentes entre los mayores son las osteoarticulares –osteoporosis, artrosis etc-, seguido del deterioro de los sentidos –pérdida de oído y de la visión…- e hipertensión arterial, un ramillete de trastornos que no necesariamente son las que más discapacidad provocan.
Este especialista subraya la importancia de que los ancianos con varias enfermedades sean atenidos por geriatras puesto que hay varios aspectos a tener en cuenta que no siempre son contemplados por otras especialidades y que puede tener efectos muy negativos en el paciente.

“Es posible que el tratamiento de una enfermedad agrave otra ya existente; que aparezca una nueva o que sea necesario un tratamiento adicional porque ambas patologías se potencien. Si no se conocen cuáles son las enfermedades más importantes de tratar, cuál es la fisiología del envejecimiento y las alteraciones farmacocinéticas y farmacodinámicas en el anciano, como se absorben y cómo interactúan los medicamentos en las personas mayores, que es completamente diferente que en la persona joven, es fácil equivocarse y hacer las cosas mal”, sostiene.

Sin embargo, matiza que la compilación de enfermedades no debe de ser el principal factor a considerar para determinar si una persona se beneficiará de ser atendido por un geriatra sino que se debe tener más en cuenta “la edad y el riesgo de declinar funcional”. “No es lo mismo padecer una depresión y un glaucoma que una hipoacusia y una hipertensión”, relata.
En ese sentido, recuerda que la demencia es el trastorno que más discapacidad provoca en el anciano que la padece y al que los geriatras sin duda dan prioridad. “No hay que olvidar que la discapacidad no la provoca el envejecimiento sino las enfermedades”, añade.

Y es que, la preservación de la autonomía y funcionalidad del anciano es el principal objetivo de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica, y sobre el que pivotan sus argumentos para reivindicar un mayor papel en el sistema sanitario. “Las investigaciones clínicas han dejado claro que cuando el mayor enfermo hospitalizado es atendido en un servicio de Geriatría, el sujeto tiene más posibilidades de volver a su domicilio y mantener un nivel de movilidad y autonomía que si es atendido de forma tradicional por otro especialista”, asegura el doctor Jesús María López Arrieta, presidente de la SEMEG.

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