“Sin duda, las grandes cadenas de distribución desempeñamos un papel esencial en el mantenimiento de la seguridad alimentaria de los consumidores”. Bajo esta premisa, Iñaki Larrabeiti, director de calidad del grupo Eroski, ha desgranado esta mañana ante más de 600 expertos reunidos en Bilbao en el IV congreso internacional ‘Autocontrol y alimentos inocuos para proteger la salud’ (Kausal 2010), los aspectos principales que atañen a la gran distribución en su contribución a la seguridad alimentaria.
Larrabeiti ha hecho hincapié en que “una de las principales contribuciones de la distribución a la seguridad alimentaria se basa en su mayor eficiencia y rapidez a la hora de gestionar crisis alimentarias”. Así, ha recordado que, dentro del sistema de retirada de productos del mercado, “disponemos de un sistema informático que permite comunicar en línea las referencias a retirar en el lineal a cada una de las tiendas. Una vez realizado el proceso, se impide el paso de un producto con una alerta vigente por los terminales de caja. De este modo, en sólo unos pocos minutos la referencia del producto introducido en el sistema queda bloqueada en todos los puntos de venta, aumentando la rapidez del proceso y la seguridad de los consumidores, que no van a poder en ningún caso adquirir dicho producto”.
Durante el congreso, que se celebra en el Palacio Euskalduna de Bilbao y está organizado por el Departamento de Sanidad y Consumo del Gobierno vasco, el experto también ha puesto de relieve que las empresas de distribución se hallan permanentemente conectadas con el Sistema Coordinado de Intercambio Rápido de Información (SCIRI), dependiente de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Ministerio de Sanidad y Política Social), “por donde llegan fundamentalmente las alertas alimentarias”.
--Cadena del frío y nuevas tecnologías
Otra de las principales aportaciones de las cadenas de distribución a la seguridad alimentaria que ha señalado el experto consiste “en el aseguramiento de la cadena de frío en el transporte y almacenaje de productos alimentarios, por su integración y uso de nuevas tecnologías”.
Larrabeiti ha puesto de manifiesto que “en nuestro grupo hemos dotado a la flota de camiones de dispositivos GPS con una conexión a una sonda que controla cada dos minutos la temperatura en el interior del remolque. Además, un sensor controla las aperturas y cierres de las puertas del camión, por lo que controlamos el momento exacto de descarga de la mercancía que precisa frío”.
Además, ha señalado la existencia de un sistema informático “que también controla centralizadamente la temperatura en los diferentes lineales y puntos de venta”. Según ha explicado, cada punto de venta “cuenta con una estación de trabajo con una aplicación de frío instalada”. Dicha aplicación es la encargada de reportar las alarmas tanto de los muebles como de las centrales, “desde una alarma de alta temperatura en un mueble hasta la avería de un compresor de frío”. El informe con la alarma se transmite a un servidor central, donde se procesa y “se gestiona cada caso de la manera más rápida para solucionar el problema de que se trate”.
“Todo ello”, ha apuntado, “supone una garantía más para mantener los alimentos que precisan frío en sus niveles óptimos de temperatura, manteniendo así intactos sus características y seguridad”. La cadena frío afecta tanto a alimentos refrigerados como queso, yogures, leche fresca, embutidos, etc., como a productos congelados y ultracongelados.
-Retiradas de alimentos
El responsable de Calidad del grupo cooperativo ha puesto de manifiesto que, de manera general, “el origen de la información en casos de retirada de alimentos suele provenir en su mayoría de las reclamaciones de los consumidores, seguido de los avisos de los proveedores, de los planes de seguimiento de las propias cadenas de distribución y de alertas oficiales”. Del total de productos alimentarios retirados “la gran mayoría lo son por cuestiones de calidad, seguidos de los que atienden a causas sanitarias y de los que tuvieron problemas con el etiquetado”, ha puntualizado.
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07 May 2010
23 October 2009
Los andaluces piensan más en la salud que los españoles y los europeos a la hora de comprar alimentos
El Barómetro de Seguridad Alimentaria de Andalucía pone de manifiesto que la ciudadanía andaluza tiene más en cuenta la salud que los españoles de otras zonas del país y que los europeos en general a la hora de comprar productos alimentarios.
Este criterio es uno de los que más peso tienen en la decisión de la población andaluza cuando adquiere este tipo de productos en su vida cotidiana. Así, el 50%, es decir, uno de cada dos, apunta este requisito para la compra de alimentos. La calidad, con el 75%, es el único elemento que los andaluces valoran más que la salud para comprar artículos de alimentación.
Esta actitud supone un hecho diferencial en relación al conjunto de España y también en el ámbito europeo, donde se concede menos relevancia a la salud a la hora de adquirir productos de alimentación. Así, en Europa y el conjunto de España este factor ocupa el quinto lugar, y en comunidades como Cataluña, el cuarto. En todos estos lugares los principales factores para comprar alimentos son la calidad, el precio, el sabor y la apariencia o frescura.
Este hecho pone de relieve que en Andalucía, a la hora de elegir los alimentos, se otorga una gran importancia a los factores asociados a velar por la salud, ya que la primera causa para decantarse por un determinado producto es la calidad, que también lleva implícita la salud como integrante de ese concepto.
El estudio, que ha sido llevado a cabo por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) de enero a marzo de 2008 entre una muestra de 2.400 personas representativas de la población andaluza, indica que en Andalucía la seguridad de los alimentos se asocia a que no dañe la salud (21,7%), a que sea ecológico o natural (16,5%), a que cumpla los controles de seguridad (15,6%) y a que sean bien conservados y manipulados (14,6%). De este modo, entre las cuatro primeras definiciones de seguridad de alimentos figuran tres relacionadas con la seguridad sanitaria.
Otro dato destacado de este análisis se refiere a la probabilidad que, según manifiestan los andaluces, tienen los alimentos de dañar su salud. La mayoría de los andaluces, el 54,8%, considera poco o nada probable que puedan verse afectados por problemas de salud causados por la ingestión de algún alimento en malas condiciones, una opinión que coincide que los ciudadanos del conjunto de España y Europa.
Padecer daños por la contaminación ambiental (70,4%), resultar herido en un accidente de tráfico (59,9%) y padecer una enfermedad grave (50,7%) son los hechos de riesgo a los que los andaluces le atribuyen mayor probabilidad de ocurrir.
Según los resultados de esta encuesta, el riesgo alimentario que los andaluces consideran más habitual tiene que ver con la existencia de residuos químicos en los alimentos frescos –como las hormonas y antibióticos en las carnes o los pesticidas en fruta, verduras y cereales--, la falta de higiene en la manipulación de alimentos y la contaminación por bacterias. Cerca de nueve de cada diez consultados declaran sentirse muy o bastante preocupados por este tipo de riesgos alimentarios. Asimismo, el bienestar de los animales de los que proceden los productos que consumimos es una cuestión que preocupa a cuatro de cada cinco andaluces.
-Establecimientos que generan más confianza
Igualmente, los establecimientos de venta de alimentos que generan más confianza a los consumidores andaluces son los supermercados (44,5%), seguidos de las grandes superficies (25%) y las tiendas de barrio (24%). Por su parte, los tradicionales mercados de abasto sólo ofrecen garantía para un 1,3% de los encuestados.
De otro lado, el estudio pone de manifiesto que los andaluces tienen perfectamente identificados a los agentes de la cadena alimentaria en lo que se refiere a su responsabilidad en relación con la seguridad de los alimentos: los que elaboran o transforman, los que cocinan o manipulan, el productor de origen o el vendedor. Asimismo, los andaluces tienen asumido quiénes son responsables de garantizar la seguridad de los alimentos, diferenciando el papel de control que juega la Administración.
En este sentido, el 44,2% de los encuestados identifica a la Consejería de Salud como organismo responsable de los controles en la seguridad alimentaria, mientras que el 18% identifica a las asociaciones de consumidores en este papel. Un 15,4% tiene la referencia para estos controles en la Dirección General de Consumo y un 14,3%, en la de Agricultura y Pesca. El porcentaje que sitúa en los ayuntamientos la referencia oficial de los controles en seguridad alimentaria es del 3,7%.
Este barómetro indica además que sólo un 11,7% de los ciudadanos conoce algún tipo de intervención oficial en seguridad alimentaria, la mayoría de las cuales (54%) se refiere a inspecciones.
Este criterio es uno de los que más peso tienen en la decisión de la población andaluza cuando adquiere este tipo de productos en su vida cotidiana. Así, el 50%, es decir, uno de cada dos, apunta este requisito para la compra de alimentos. La calidad, con el 75%, es el único elemento que los andaluces valoran más que la salud para comprar artículos de alimentación.
Esta actitud supone un hecho diferencial en relación al conjunto de España y también en el ámbito europeo, donde se concede menos relevancia a la salud a la hora de adquirir productos de alimentación. Así, en Europa y el conjunto de España este factor ocupa el quinto lugar, y en comunidades como Cataluña, el cuarto. En todos estos lugares los principales factores para comprar alimentos son la calidad, el precio, el sabor y la apariencia o frescura.
Este hecho pone de relieve que en Andalucía, a la hora de elegir los alimentos, se otorga una gran importancia a los factores asociados a velar por la salud, ya que la primera causa para decantarse por un determinado producto es la calidad, que también lleva implícita la salud como integrante de ese concepto.
El estudio, que ha sido llevado a cabo por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) de enero a marzo de 2008 entre una muestra de 2.400 personas representativas de la población andaluza, indica que en Andalucía la seguridad de los alimentos se asocia a que no dañe la salud (21,7%), a que sea ecológico o natural (16,5%), a que cumpla los controles de seguridad (15,6%) y a que sean bien conservados y manipulados (14,6%). De este modo, entre las cuatro primeras definiciones de seguridad de alimentos figuran tres relacionadas con la seguridad sanitaria.
Otro dato destacado de este análisis se refiere a la probabilidad que, según manifiestan los andaluces, tienen los alimentos de dañar su salud. La mayoría de los andaluces, el 54,8%, considera poco o nada probable que puedan verse afectados por problemas de salud causados por la ingestión de algún alimento en malas condiciones, una opinión que coincide que los ciudadanos del conjunto de España y Europa.
Padecer daños por la contaminación ambiental (70,4%), resultar herido en un accidente de tráfico (59,9%) y padecer una enfermedad grave (50,7%) son los hechos de riesgo a los que los andaluces le atribuyen mayor probabilidad de ocurrir.
Según los resultados de esta encuesta, el riesgo alimentario que los andaluces consideran más habitual tiene que ver con la existencia de residuos químicos en los alimentos frescos –como las hormonas y antibióticos en las carnes o los pesticidas en fruta, verduras y cereales--, la falta de higiene en la manipulación de alimentos y la contaminación por bacterias. Cerca de nueve de cada diez consultados declaran sentirse muy o bastante preocupados por este tipo de riesgos alimentarios. Asimismo, el bienestar de los animales de los que proceden los productos que consumimos es una cuestión que preocupa a cuatro de cada cinco andaluces.
-Establecimientos que generan más confianza
Igualmente, los establecimientos de venta de alimentos que generan más confianza a los consumidores andaluces son los supermercados (44,5%), seguidos de las grandes superficies (25%) y las tiendas de barrio (24%). Por su parte, los tradicionales mercados de abasto sólo ofrecen garantía para un 1,3% de los encuestados.
De otro lado, el estudio pone de manifiesto que los andaluces tienen perfectamente identificados a los agentes de la cadena alimentaria en lo que se refiere a su responsabilidad en relación con la seguridad de los alimentos: los que elaboran o transforman, los que cocinan o manipulan, el productor de origen o el vendedor. Asimismo, los andaluces tienen asumido quiénes son responsables de garantizar la seguridad de los alimentos, diferenciando el papel de control que juega la Administración.
En este sentido, el 44,2% de los encuestados identifica a la Consejería de Salud como organismo responsable de los controles en la seguridad alimentaria, mientras que el 18% identifica a las asociaciones de consumidores en este papel. Un 15,4% tiene la referencia para estos controles en la Dirección General de Consumo y un 14,3%, en la de Agricultura y Pesca. El porcentaje que sitúa en los ayuntamientos la referencia oficial de los controles en seguridad alimentaria es del 3,7%.
Este barómetro indica además que sólo un 11,7% de los ciudadanos conoce algún tipo de intervención oficial en seguridad alimentaria, la mayoría de las cuales (54%) se refiere a inspecciones.
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