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20 July 2019

Viajes: Valonia, territorio cervecero




  • Con una producción cervecera que supera las 500 variedades, el territorio valón está ´salpicado´ de todo tipo de cervecerías, muchas de ellas vinculadas a abadías y comunidades religiosas.

  Viajar hasta el sur de Bélgica es sinónimo de explorar el ´sabor cervecero´ de una región que presume de tradición, talento y variedad a la hora de producir esta bebida. Valonia, con su universo en torno a la malta y al lúpulo, se ha convertido en territorio señalado por el viajero más foodie, dispuesto a explorar esta región siempre con el sabor añejo de una cervecería esperando en cada parada.

Valonia es cultura, naturaleza e historia, pero solamente sus rutas diseñadas para los amantes de la gastronomía y la cerveza atraen cada año a miles de turistas que desean sumergirse en el universo cervecero valón, que presume de ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.

Una ruta ´espirituosa´ que invita a conocer la Valonia más auténtica, aquella que presenta un gran arraigo a la tierra y a sus costumbres como una de sus credenciales.

La provincia de Henao, al este de Valonia, es una buena opción para comenzar esta ruta cervecera. Aquí destacan las cervezas de estilo ´Saison´, cuya elaboración se mantiene prácticamente inalterada desde hace siglos. Una producción caracterizada por su proceso artesanal rústico. De color anaranjado pálido y con notas frutales, el frescor de las cervezas de Henao es perfecto para combatir el calor del verano.

Historia y tradición adaptada a los nuevos tiempos es un maridaje común en cada uno de los santuarios que visitan los turistas. Otra joya de la producción cervecera se encuentra en Namur, una provincia que ha convertido la filosofía del ´slow life´ en su mayor baluarte, también a la hora de producir cerveza. Aquí la ´Blanche´ es la preferida por locales y turistas, caracterizada por dejar un toque más amargo en la boca y por sus sabores de especias.

La modernidad se abre camino en la provincia de Lieja, donde la experimentación y las nuevas fronteras gastronómicas desembocan en la creación de cervezas únicas, como la ´Val Dieu´ o la ´Brasserie´, creadas por jóvenes emprendedores que han decidido asentar en Lieja sus nuevas marcas, muchas de ellas creadas en la década de los 90. Estas cervezas buscan diferenciarse por su abundante pero sabrosa espuma, su color vivo, un sabor ácido y por su forma de beberse, en vasos poco comunes para el ojo tradicional.

Todos ellos sabores que maridan con los más variados perfiles culinarios, como las cervezas de perfil ácido o cítrico, ideales con el marisco, mejillones y las ostras; las cervezas más maltosas para pescados blancos; las maltas oscuras, perfectas para carnes rojas o incluso la malta torrefacta con trazas de chocolate negro, café expreso e incluso regaliz para mezclarse en el paladar con postres típicos de Bélgica como el gofre.

Rutas que, en algunos casos, vienen acompañadas de un contexto histórico esencial en el territorio valón, para no olvidar el pasado de Europa. Una de estas ´pizarras´ donde se escribió la historia es el escenario de la batalla de Waterloo en 1815, acontecimiento histórico que da nombre a la cerveza Waterloo de la provincia de Brabante, donde esta bebida también es más que protagonista. En esta zona ´brillan´ las producciones de cerveza ´Lambic´, elaboradas con frutas a partir de mostos procedentes de otros productos, como ciruelas de la zona, de fermentación abierta para la adhesión de bacterias y levaduras salvajes.
 

 

27 February 2019

Viajes : Los Gilles, protagonistas de uno de los carnavales más curiosos de Europa

                                                                 


Binche, municipio de Valonia, región del sur de Bélgica, celebra uno de los carnavales más famosos y curiosos de Europa, cuyo origen se remonta a 700 años atrás. Reconocido en 2003 como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, la fiesta destaca por la desfilada de 1.000 curiosos personajes, los Gilles. Estos hombres tienen sus propias normas: solo desfilan el Martes de Carnaval (Mardi Gras), no pueden salir de la ciudad de Binche y solo pueden disfrazarse de este modo si residen en el municipio durante cinco años o sus familias son oriundas de allí.

Durante ese martes, los Gilles, con sus máscaras de cera y trajes de intensos colores desfilan por la ciudad al son de los tambores, al tiempo que sostienen unos palos con los que agitan los espíritus malignos y arrojan naranjas a los espectadores.

La desfilada de los Gilles pone el broche a unos preparativos que han estado en marcha durante meses. Durante este periodo, los trajes son cuidadosamente cosidos o restaurados a mano, los extravagantes sombreros con plumas de avestruz han sido desempolvados y hasta 1.000 hombres y niños locales han ensayado y practicado las estrictas normas que rigen el desfile.

La tradición del Carnaval en Binche se remonta al siglo XIV, cuando hay constancia de la celebración de fiestas paganas. Sin embrago, la figura de los Gilles, con sus locos disfraces, tiene un origen más tardío, aunque sigue sin saberse cómo surgen. Una de las teorías más extendidas defiende que el desfile de Carnaval y sus curiosos protagonistas fueron una idea de María de Hungría, dirigente de los Países Bajos en 1549. Ese año, la regente quiso impresionar a su hermano, el emperador Carlos V y I de España, con una fiesta inspirada en los gobernantes del imperio inca, que estaban siendo conquistados por la corona española. Seducidos por ello, los habitantes de la ciudad quisieron imitar las indumentarias que vieron en sus mandatarios colocándose plumas en la cabeza y ataviándose con vestidos multicolores.

El traje de Gille consiste en una blusa de yute y pantalones decorados con 150 motivos (estrellas, leones y coronas) en fieltro negro, amarillo y rojo. Al vestir el gille, la blusa se "rellena" con paja en la parte delantera y trasera, rematada con una campana en el pecho. En la cintura, lleva un cinturón de lana roja y amarilla, montado sobre lienzo, llamado "apertintaille" y compuesto de campanas de cobre.

Situada 60 kilómetros al sur de Bruselas, Binche cuenta con una población media de 30.000 personas. A parte del Carnaval, el municipio tiene otros encantos como el Campanario de Binche, Patrimonio Mundial de la Unesco. Esta torre está coronada por un bulbo barroco que alberga un carillón (varias de sus campanas datan del s. XVI). Los escudos de armas de Carlos V y de su hermana María de Hungría adornan el edificio.
 

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