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19 June 2010

El traumatismo craneoencefálico es el factor causante de al menos la mitad de las epilepsias en establecimientos penitenciarios


Un 0,5% de la población mundial, es decir una de cada 200 personas, padece epilepsia, datos que se multiplican por diez cuando el objeto de análisis es la población penitenciaria. En la epilepsia “aproximadamente un 15% de los pacientes manifiestan agresividad: problemas de ira, impulsividad, irritabilidad, cólera, hostilidad... En general, son comportamientos que suponen violencia menor como aquella verbal o contra objetos”, ha destacado el doctor Juan Matías Santos, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y asesor de Psiquiatría Forense de la Comunidad Autónoma de Madrid, en la ponencia a su cargo que ha tenido lugar esta mañana en la jornada de clausura del XIX Congreso Nacional de Psiquiatría Legal.

El vínculo entre comportamiento agresivo y epilepsia ha sido frecuente objeto de estudio y se ha comprobado empíricamente esta asociación: “existe evidencia científica de que sujetos con epilepsia tras sufrir un traumatismo craneoencefálico aumentan sus índices de violencia si los factores de riesgo acompañantes se dan, como ocurre en las prisiones en ambos casos los episodios agresivos acontecen entre crisis convulsivas y no de forma previa o muy cercana a la convulsión”, afirma el Dr. Juan M. Santos.

Las investigaciones revelan que las razones que explican la etiología de la epilepsia es genética en la mayor parte de los casos en la población general, pero también puede haber epilepsia sobrevenida por causa traumática. “En estas epilepsias postraumáticas, el golpe puede producir fricción del cerebro contra la base del cráneo, cuya superficie es muy rugosa. Esta fricción desencadena esclerosis en el lóbulo temporal y frontal”.

El mecanismo de producción también es importante desde el punto de vista forense ya que se establece que en el 5% de los traumatismos craneoencefálicos cerrados se produce epilepsia postraumática, cifra que se eleva al 60% cuando el traumatismo es abierto y con heridas penetrantes, según el estudio Valoración psiquiátrica y legal de la epilepsia, publicado en Cuadernos de Medicina Forense en 2001.

“A menudo, la falta de unidades especializadas en neuropsiquiatría y de vídeo/EEG de 24 horas hace que estos pacientes penitenciarios con epilepsia estén insuficientemente diagnosticados y tratados”, afirma el Dr. Juan M. Santos quién coincide en el mensaje que la Sociedad Española de Psiquiatría Legal (SEPL) lanza desde su decimonoveno congreso: la falta de recursos sanitarios para enfermos mentales en centros penitenciarios.

Al igual que en el resto de episodios violentos que se dan en medios penitenciarios, a menudo se hace uso de los medios coercitivos sobre los sujetos con el objetivo de controlar estas situaciones.

-Tratamientos coercitivos en el ámbito forense
”La aplicación de medidas coercitivas supone siempre una actuación terapéutica y no de castigo y su aplicación procede cuando existe un elevado e inminente riesgo de autolesión o una actitud agresiva respecto al resto de personas. Los casos de aplicación son aquellos en los que el comportamiento violento se desprende del proceso psicopatológico del paciente relacionado con algún tipo de trastorno mental”, ha afirmado el doctor Vicenç Tort, Coordinador de la Unidad Polivalente de Psiquiatría-Centro Penitenciario Quatre Camins del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, en el marco del encuentro científico.

Según la SEPL, se evidencia una falta de protocolos de actuación y de guías de recomendación sobre la aplicación y el seguimiento de medidas coercitivas: contención mecánica, aislamiento, medicación forzosa e ingreso voluntario. Para el Dr. Vicenç Tort: “los protocolos existentes son muy escasos y heterogéneos, son los establecidos por cada hospital y sus recomendaciones generales apenas están desarrolladas”.

23 October 2009

El tratamiento de la Hepatitis B y C en las prisiones españolas

La población penitenciaria continúa siendo uno de los grupos de pacientes con mayor prevalencia de infección por el virus C de la hepatitis (VHC), alcanzando cifras en las prisiones españolas de entre el 22 y el 27 por ciento de infectados. "Aun así, hay que destacar que siendo cifras bastante elevadas, en los últimos años hemos percibido un descenso importante en el número de pacientes, pasando de un 50% de presos afectados hace 10 años a la mitad de éstos en la actualidad", indica la Dra. Inmaculada Faraco, Servicio médico Centro Penitenciario de Sevilla.
Las principales razones que han provocado esta reducción son, según la doctora Faraco, "el menor consumo de drogas por vía intravenosa y el aumento de la población reclusa extranjera, cuyo consumo endovenoso de drogas es menor que entre la población española, además de representar al 30% de la población penitenciaria frente al 9% de hace unos años".
Los pacientes infectados por VHC en prisión son, mayoritariamente, hombres jóvenes, con una edad media de 35 años, de nacionalidad española, que han adquirido la enfermedad a edades muy tempranas a través del consumo de drogas por vía parenteral, compartiendo el material de venopunción. "Hay que tener en cuenta, que a pesar del descenso del consumo por esta vía, el 10% de nuestra población sigue siendo usuaria intravenosa de drogas", explica la doctora Faraco. "Además de esta circunstancia, cabe señalar -añade la doctora- que el 30% de los infectados por VHC se encuentran infectados por el VIH".

-Detección del enfermo y tratamiento
Cuando se produce el ingreso en prisión de cualquier recluso, se ofrece a todos los internos la posibilidad de realizar una serología que incluye la determinación de VIH y marcadores de Hepatitis B y Hepatitis C. "Aquellos pacientes que presentan una determinación positiva para el virus C de la Hepatitis, son informados en consulta de la posibilidad de iniciar un protocolo de diagnóstico para determinar si existe indicación para el inicio del tratamiento", expone la Dra. Faraco.
En algunos centros penitenciarios este proceso se lleva a cabo en el propio centro con la realización de analíticas, ecografía y otras pruebas, en coordinación con los especialistas hospitalarios de referencia. En otros, los pacientes son derivados a las consultas hospitalarias.
"Una vez hecho el diagnóstico y, en su caso, prescrito el tratamiento, los enfermos son controlados, en la mayoría de las ocasiones, por los facultativos penitenciarios, quienes se encargan de las revisiones necesarias y controles indicados, mientras que la administración del tratamiento (interferon pegilado) la realiza el profesional de enfermería", afirma la Dra. Faraco.
Una ventaja a destacar de los pacientes con Hepatitis C diagnosticados en los centros penitenciarios es que el control del tratamiento y los efectos secundarios es fácil de conseguir ya que "los Servicios Sanitarios dentro de la Prisión, son muy accesibles y cercanos a los pacientes", manifiesta la Dra. Faraco. "Además, -añade la experta- los enfermos que están realizando el tratamiento con interferon pegilado más ribavirina, acuden semanalmente para la administración del Interferón, por lo que ya se establece un contacto para valorar la adherencia, los efectos secundarios, etc.".
Esta cercanía permite un seguimiento médico más estrecho por parte del facultativo, que puede valorar la aparición de los efectos secundarios y calibrar su gravedad o su incidencia sobre el cumplimiento del tratamiento. "Es decir, -explica la Dra. Faraco- que existe una comunicación más fluida con este tipo de pacientes que la que pueda existir si estuvieran en libertad".

-El abordaje de la Hepatitis C en prisión, una necesidad demostrada
Los especialistas hospitalarios son muy conscientes de la necesidad de tratar la Hepatitis C de los pacientes ingresados en prisión, y la mayoría de los que desarrollan su labor en los hospitales de referencia de los centros penitenciarios están implicados en el diagnóstico y tratamiento de estos enfermos.
El tratamiento de la Hepatitis C es complejo y por ello es fundamental una buena coordinación entre los distintos Servicios. "La creación de equipos multidisciplinares que incluyan a profesionales de la medicina, enfermería, psicólogos, asistentes sociales, etc. es necesaria para intentar llevar a cabo un tratamiento de estas características en un medio como el nuestro", aclara la Dra. Faraco. "Es más, -continúa la doctora- sería interesante que se elaborara un protocolo que unificara los criterios de actuación en la Institución Penitenciaria, lo que podría beneficiar el seguimiento de los pacientes que fueran trasladados de un centro a otro, y en definitiva, repercutiría en una menor tasa de abandonos terapéuticos".
Por otro lado, en palabras del Dr. Andrés Marco, Programa VHC y VIH. Servicios Sanitarios del Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, "la optimización del tratamiento de la hepatitis C ha adquirido gran relevancia en los últimos años y se centra en la selección de la mejor forma de tratar, individualizando el tratamiento en función de las características del paciente, de la infección por el VHC y de las respuestas terapéuticas parciales". "En este sentido –señala el Dr. Marco- el tratamiento óptimo para los pacientes con hepatitis C en los centros penitenciarios es la combinación de interferón pegilado más ribavirina".
Como consecuencia de la importancia y gran prevalencia de la hepatitis C en los centros penitenciarios, se han puesto en marcha numerosos estudios para conocer de cerca la situación, el desarrollo y el tratamiento de esta patología.

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