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05 July 2011

La asociación de laringectomizados expone al Defensor del Pueblo sus demandas

El Defensor del Pueblo, José Pablo Ruiz Abellán, se ha reunido con el presidente de la Asociación de Laringectomizados de la Región de Murcia, Alfonso García Teruel, y los miembros su Junta Directiva, según han informado fuentes del Defensor en un comunicado.
De este modo, este colectivo tiene por objeto promover la solidaridad y asistencia entre todos los laringectomizados y mutilados de la voz. Según han expuesto al Defensor, el colectivo solicita más medios económicos y ayudas por parte de la Administración para poder desarrollar la labor de reeducación vocal y rehabilitación profesional de sus miembros.
Por su parte, Ruiz Abellán se ha comprometido a seguir trabajando "por la protección de los derechos y libertades de cualquier colectivo de discapacitados, pudiendo supervisar a este fin la actividad de la Administración".
Tras la reunión, ha recordado que el déficit público conlleva el riesgo de recortes en las partidas destinadas a las políticas sociales, por lo que recomienda a la Administración que ante la crisis dedique una especial protección de los colectivos más vulnerables, como es el de laringectomizados.
Y es que, la laringectomía total por cáncer laríngeo es una de las condiciones patológicas más mutilantes y más frustrantes que puede sufrir un paciente.
En nuestro país se operan 8.000 personas todos los años, la tendencia parece ser hacia el aumento de los casos dado el hecho de que el hábito de fumar en la población empieza cada vez más temprano. El cáncer laríngeo tiene mayor prevalencia a partir de los 50 años de edad y es diez veces más frecuente en el hombre que en la mujer.

Study shows answers for treating obesity-related diseases may reside in fat tissue

Researchers at Boston University School of Medicine (BUSM) and Boston Medical Center (BMC) have shown that the quality – not just the quantity – of adipose, or fat, tissue is a significant contributing factor in the development of inflammation and vascular disease in obese individuals. The study, which is a special feature on the iPAD version of the Journal of the American College of Cardiology, provides compelling evidence that the answer to treating cardiovascular disease and other obesity-related disorders, such as type 2 diabetes and cancer, might be found in the adipose tissue itself. While obesity is a leading preventable cause of death in the United States, its prevalence continues to increase rapidly among individuals of all ethnicities and age groups. According to the National Institutes of Health, more than 33 percent of men and women above the age of 20 in the United States are obese and 68% are overweight.
Led by Noyan Gokce, MD, a cardiologist at BMC and an associate professor of medicine at BUSM, the researchers examined adipose tissue samples from both lean and obese individuals. The study subjects, all of whom were receiving care at BMC, included 109 obese men and women and 17 lean men and women between the ages of 21 and 55.
After obtaining the samples, the tissue was biopsied and evaluated for the amount of inflammation present in the tissue. They then performed a vascular ultrasound on the forearm artery to examine blood vessel function. After compiling the information, the researchers saw that lean individuals exhibited no adipose inflammation and normal vascular function whereas the obese individuals exhibited significant inflammation and poor vascular function.
While these study findings are consistent with other epidemiological obesity studies, this research team identified that 30 percent of the obese subjects demonstrated reduced fat inflammation, less insulin resistance, and their vascular function was similar to a lean person despite severe obesity. The study suggests that humans prone to inflammation in association with weight gain may be more susceptible to cardiovascular and metabolic disease risks.
"While it is widely believed that obesity and inflammation are linked to cardiovascular disease, this study shows not all obese individuals exhibit inflammation that can lead to cardiovascular disease, type 2 diabetes and cancer," said Gokce, the study's senior author. "Once we identify what harmful products adipose tissue is producing that is linked to causing systemic inflammation, we can explore treatments against it that could potentially combat the development of several debilitating obesity-related disorders."

**Source: Boston University Medical Center

Urban children are healthier commuters than rural teens

The children most likely to walk or cycle to school live in urban areas, with a single parent, and in an economically disadvantaged home, according to survey results that were published in Pediatrics today by Dr. Roman Pabayo of the University of Montreal Hospital Research Centre and the university's Department of Social and preventive medicine. Pabayo's study is unique in that it follows the same group of children as they age throughout the school years, and it shows that children increasingly use "active transport" to travel to school until they reach ten or eleven years of age, at which point the trend then reverses. "The study is important for the well-being of children because most children are not meeting physical activity guidelines needed for optimal growth and development," Pabayo explained. "Active transportation to school represents an affordable and easy way to incorporate physical activity in the daily routines of children. In a separate study on children in Quebec, we have actually found significant associations between weight and whether the child cycles or walks to school." The term active transportation relates to physical exertion, and excludes public transportation, school buses and driving.
The study looked at the habits of 7690 Canadian children, and it revealed that a variety of interesting factors are associated with transport choice. For example, children of parents who reported that their child had many friends in their area were more than twice as likely to increase their active commuting over two years in comparison to other children. Adolescents were less likely to increase their active transportation if there were no traffic lights or pedestrian crossings on their route to school. Whether a child has someone with whom to commute or older siblings were found to be particularly influential.
Future studies must be undertaken to explain these trends and factors identified in the study. "Why are children from Saskatchewan and Manitoba the most likely to use active transport at a given point in their lives? What about children from poorer backgrounds? Why are there different patterns as children age across socio-demographic and regional lines? If we can gain a better understanding of the factors that influence how children get to school, we may be able to encourage more families to bike or walk to school, leading to lifelong healthy behaviors," Pabayo said.

*Source: University of Montreal

Practicar ejercicios sin riesgo durante el verano

Recién inaugurado julio, seguro que más de uno ya se está frotando las manos pensando en cómo disfrutar del tiempo libre y las buenas temperaturas. Si usted es un amante del deporte y planea entregarse en cuerpo y alma a su actividad favorita, recuerde que en verano es necesario tener en cuenta ciertas precauciones si se quieren evitar riesgos para la salud.
Según datos del Ministerio de Sanidad, el año pasado murieron en España 15 personas a causa de trastornos relacionados con el calor. De ellos, la mitad estaban practicando deporte o trabajando al aire libre en las horas centrales del día –de las 12.00h a las 17.00h–, cuando las temperaturas son más altas.
Por eso, sobre todo en las regiones donde el calor es especialmente intenso, los especialistas recomiendan evitar esa franja horaria y salir a hacer ejercicio "a primera o a última hora del día", tal y como indica Ángel Hernández, jefe de la Unidad de Medicina y Traumatología Deportiva del Grupo Hospital de Madrid.
Según este especialista, "es importante llevar ropa clara y holgada", que permita la transpiración y, si se practican actividades al aire libre, como el ciclismo o el atletismo, lo ideal es elegir recorridos frescos, sombreados y, si es posible, que dispongan de fuentes de agua.
"Una hidratación adecuada es imprescindible, antes, durante y después de hacer ejercicio", apunta Federico Figueredo, traumatólogo deportivo del Hospital Universitario Quirón de Madrid, quien subraya la importancia de aportar líquidos con sales minerales para paliar los efectos de la sudoración y evitar la carencia de electrolitos.
Eso sí, una vez terminado el ejercicio, "no hay que intentar recuperar toda la deshidratación perdida en cinco minutos, sino que hay que hacerlo de forma progresiva", remarca Hernández.
Del mismo modo, también es clave realizar un adecuado calentamiento de los grupos musculares implicados en el ejercicio tanto antes como después de cada sesión y nunca hay que olvidar la protección solar. Todas las guías recomiendan usar gorras, gafas y cremas para la piel cuyo factor de control de la radiación ultravioleta sea al menos de 15.

-Fallo del 'termostato'
El principal problema al que se enfrentan los deportistas en verano es el golpe de calor, un trastorno que se produce cuando el organismo es incapaz de regular su temperatura interna. El ejercicio aumenta considerablemente la producción de calor del cuerpo, explica Figueredo. De hecho, si no funcionaran los mecanismos termorreguladores del organismo, la actividad física podría incrementar en un grado la temperatura corpora cada cinco minutos.
Generalmente, estos mecanismos funcionan de forma simultánea para paliar los rigores del calor. Sin embargo, en algunos casos fallan. Y, cuando la temperatura exterior es elevada y la humedad del aire es superior al 60% es mucho más probable que esto suceda.
En estas circunstancias, explican los especialistas, las gotas de sudor se evaporan con dificultad y el aire no es lo suficientemente fresco como para controlar el termostato interno, con lo que la temperatura corporal puede aumentar peligrosamente – incluso hasta los 41ºC– y provocar un problema grave.
El golpe de calor, de hecho, puede conducir a la muerte, por lo que, si al realizar ejercicio, se notan mareos, dolor de cabeza, irritabilidad o debilidad es necesario dejar la actividad física y refrescarse rápidamente.
Instalarse en la sombra y utilizar toallas húmedas e incluso hielo puede ser una buena opción para conseguir que el organismo vuelva a una temperatura adecuada, subraya Figueredo. Y, si el cuerpo no se recupera y se detiene la sudoración o aparecen síntomas neurológicos, como desorientación o la pérdida de conocimiento, es necesario llamar al 112.
Sobre todo, señalan los especialistas de medicina del deporte, hay que escuchar las señales del propio cuerpo y no forzar su capacidad hasta la extenuación. "La sed es un magnífico indicador. Si uno tiene sed mientras hace deporte, tiene que parar y beber, nunca forzar el organismo", subraya Figueredo.
Aunque pensemos lo contrario, concluye Hernández, el verano no es el momento de hacer más ejercicio, "sino la fecha para apostar por una actividad física menor, pero de más calidad".

**Publicado en "EL MUNDO"



Vivir en la ciudad eleva el riesgo de sufrir enfermedades mentales



Parece que no hay escapatoria a la vida en la ciudad. Sólo unos pocos pueden -y quieren- comenzar una nueva existencia rural. El resto tiene que resignarse al ruido, las multitudes y las prisas. Las grandes localidades ya agrupan a la mayoría de la población mundial y se estima que hacia 2050 el 70% de las personas será urbanícola. Con sus ventajas (que son muchas) e inconvenientes. Entre estos últimos hay uno muy destacado: el deterioro de la salud mental.
Hace años que se sabe que quienes habitan en grandes núcleos urbanos tienen más riesgo de sufrir depresión y esquizofrenia, entre otros problemas psiquiátricos. La culpa de todo la tiene el estrés, que aumenta los niveles de cortisol y adrenalina. A la larga, estas sustancias provocan el agotamiento progresivo del sistema nervioso autónomo o vegetativo, encargado de mantener la situación de equilibrio del organismo y efectuar las respuestas de adaptación ante los cambios internos o externos. Cuando estos mecanismos de control fallan, primero suele presentarse la ansiedad y, más tarde, aparece la depresión.
Esta senda hacia la pérdida de la salud mental también puede producirse en personas que se han criado o viven en el campo, pero en mucha menor medida.






-¿Por qué?
Un estudio publicado la semana pasada en la revista 'Nature' ofrece la primera justificación biológica: el cerebro de los urbanícolas y de los habitantes del campo reaccionan de forma diferente al estrés. Ante una situación de tensión, las técnicas de imagen cerebral mostraron que en los primeros se activaba de forma bastante más intensa la amígdala, zona a la que se le ha atribuido un papel importante en el procesamiento de las reacciones emocionales. Se trata de un hallazgo preliminar, ya que aún queda por determinar el mecanismo concreto que produce esas diferencias y si está directamente relacionado con el desarrollo de enfermedades mentales. El trabajo tampoco explica por qué las personas de la ciudad son más vulnerables a los rigores del estrés, pero eso no es difícil de adivinar.


-Sin control
En los núcleos poblacionales grandes hay, según Javier García Campayo, psiquiatra del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, "multitud de estímulos negativos". En primer lugar, apunta, "la vivencia del tiempo es muy diferente a la que se tiene en los pueblos", en los que la gente se saluda por la calle, se para a charlar, apenas mira el reloj... Por otro lado, en las pequeñas localidades suele haber relaciones interpersonales más ricas, "aunque no siempre son idílicas; ahí están los sucesos de Puerto Urraco", comenta el psiquiatra. En la ciudad "hay mucha más gente y las relaciones son más superficiales".
Para Jesús de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, el factor más importante es "la sensación de pérdida de control" que experimentan los urbanitas. La prisa, el tráfico, la saturación de información, el número de contactos personales... Todos estos elementos hacen que el individuo se sienta indefenso, solo, sin apoyo de nadie y sin posibilidades de conducir su propia vida.
También hay fuentes de estrés relacionadas con el entorno físico de la urbe, como la contaminación acústica y ambiental. Por eso, hay diversas iniciativas urbanísticas que pueden relajar a los estresados ciudadanos: ampliar las zonas verdes, limitar el tráfico, aplacar los ruidos, etcétera.
No obstante, buena parte del trabajo de adaptación tendrá que hacerlo el propio individuo. Tal y como apunta Antonio Bulbena, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría, todavía no se sabe a ciencia cierta si el peligro de padecer patologías mentales "es por el efecto de la ciudad o por la propensión de cada persona cuando está sometida al estrés".
Entonces, ¿Qué podemos hacer para escapar del estrés urbano, sea cuál sea su origen? De la Gándara cree que hay que "reducir el miedo aumentando el control y la sensación de placer. Esto se consigue con una vida más hedonista". Además, anima a conseguir apoyos: "Que tengamos con quien hablar cuando lo necesitemos".
Si las cosas se ponen muy feas, o incluso antes, la psicoterapia puede acudir al rescate. En las consultas privadas y en hospitales públicos como el Miguel Servet de Zaragoza empieza a implantarse una técnica que viene a ser algo así como una meditación moderna: el mindfulness (en inglés, conciencia plena). Este método, según García Campayo, "utiliza como referencia la respiración y la postura corporal". Consiste en ir dejando pasar los pensamientos estresantes conforme aparecen. De este modo, el diálogo interior que mantenemos con nosotros mismos prácticamente desaparece. "Alguien que medita va aprendiendo a aceptar su situación y a disfrutar del momento", asegura el especialista.



-Un ritmo más lento
Otra opción es establecer un ritmo más lento en tu vida. Las ciudades 'slow' (lento en inglés) surgieron en 1999 en Italia. Son una continuación del movimiento que aplica el mismo adjetivo a la comida ('slow food') y, en general, a un estilo de vida basado en aparcar las prisas y renunciar a hacer mil cosas a la vez porque, en el fondo, el concepto multitarea no encaja con el ser humano.
Las localidades que quieren adherirse a este movimiento deben cumplir varios criterios, como no ser capitales de provincia, no sobrepasar los 50.000 habitantes, conservar el casco antiguo cerrado al tráfico, contar con una gastronomía autóctona y fomentar los productos artesanales.
A las numerosas poblaciones italianas que conforman este movimiento se han sumado otras de diversos países, entre ellas seis españolas: Begur (Gerona), Bigastro (Alicante), Lekeitio (Vizcaya), Munguía (Vizcaya), Pals (Gerona) y Rubielos de Mora (Teruel).
Esta iniciativa es uno de los mejores ejemplos de medidas urbanas antiestrés en pleno siglo XXI. Ya hay quien cree que sería interesante abrir un poco la mano e incluir ciudades más grandes.






**Publicado en "EL MUNDO"

Los cannabinoides multiplican el deseo de ingerir grasas

Las comidas que menos nos convienen son las que más nos apetecen, y ante las cuales somos más dados a dejarnos llevar por la gula. Esta incómoda circunstancia -que cualquiera que haya estado alguna vez a dieta ha sentido en sus propias carnes- parece deberse en buena parte a la acción de los endocannabinoides, sustancias que nuestro propio organismo genera y cuyas características bioquímicas son similares al componente activo de la marihuana.
Tal es la conclusión que se desprende de un estudio con roedores cuyos resultados acaban de presentarse en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'. Las ratas que se usaron en el experimento segregaban estas sustancias neurotransmisoras en su aparato digestivo cuando se las exponía a alimentos ricos en grasas, un efecto que no se reproducía cuando se las alimentaba con proteínas o azúcares.
El investigador Daniele Piomelli, de la Universidad de California en Irvine (EEUU), y sus colegas creen que este mecanismo ha de darse también en humanos, como un vestigio evolutivo que nos impulsa a consumir todas las grasas que podamos. El motivo es que estas escasean en un entorno natural y son fundamentales para el funcionamiento celular. Sin embargo, hoy en día, los productos ricos en grasas están por todas partes, y su abuso genera obesidad, diabetes y enfermedad coronaria.
El proceso químico que despierta la gula comienza en la lengua, que detecta las grasas y envía una señal al cerebro. Desde ahí, y a través del nervio vago, llega al tracto digestivo, donde se estimula la producción de cannabinoides. Estos neurotransmisores incrementan la señalización entre células de tal forma que despiertan un apetito voraz, según explican los autores del estudio.
Este es el motivo, indican, por el que no es fácil comer una sóla patata frita: una vez que se ha iniciado el proceso, resulta más difícil controlar nuestro instinto por acaparar grasas. "Es es la primera demostración de que la señalización de endocannabinoides en el intestino desempeña un importante papel en regular la ingesta de grasa", explica Piomelli.
La buena noticia es que, en un futuro, podrían crearse fármacos que bloquearan los receptores de endocannabinoides en el aparato digestivo. De esta forma, se podría detener el mecanismo que nos hace desear más grasas sin necesidad de intervenir en el sistema nervioso, donde actuar sobre los receptores de los neurotransmisores tendría mayores efectos secundarios, incluidos algunos como la ansiedad y la depresión.
En cualquier caso, expertos consultados por ELMUNDO.es consideran que estos fármacos sólo serían útiles para algunos pacientesz, aquellos cuyo apetito desmedido estuviera enraizado en la acción de los cannabinoides. Pero en otros casos, incluidos la mayoría de los llamados trastornos por atracón o la bulimia, "la sustancia no es la causa del problema, sino que se dan otras vulnerabilidades psicológicas", explica el doctor Fernando Fernández-Aranda, de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Universitario de Bellvitge y jefe de grupo del CIBERobn.
Este especialista recuerda, además, que es mejor dejarse llevar controladamente por el apetito, e ingerir con moderación alimentos grasos, que intentar restringir demasiado la dieta para después sucumbir a un atracón cuando ya no aguantamos más.

**Publicado en "EL MUNDO"

Polémica en torno a si la vareniclina aumenta el riesgo de sufrir un infarto

Un estudio sobre el principal fármaco contra el tabaquismo ha llegado a conclusiones controvertidas. Según el informe que publica el Canadian Medical Association Journal, los fumadores que hacen uso de la vareniclina —comercializada por Pfizer como Champix o Chantix, según el país— tienen un 72 por ciento más de posibilidades de ser hospitalizados por infarto u otras afecciones cardiacas serias. «La gente quiere dejar de fumar para reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular, pero están tomando un medicamento que aumenta el riesgo de muchos de los problemas que tratan de evitar», señala el autor de la investigación, Sonal Singh.
En el estudio se han analizado 14 ensayos clínicos que afectaban a un total de 8.200 personas sanas que recibieron o bien vareniclina o bien un placebo. Se les siguió durante un año como máximo, la media de edad era inferior a los 45 años y la mayoría eran hombres. Mientras que el número de fallecidos en cada grupo fue el mismo, siete, se detectó que el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular que requiriese hospitalización se elevaba un 72 por ciento en aquellos que tomaron vareniclina.
Además, en el estudio se advierte del «modesto» incremento en las opciones de éxito del medicamento para dejar de fumar frente a los intentos sin ayuda.
Pfizer se ha mostrado en absoluto desacuerdo. Según Jose Chaves, portavoz médico de la farmacéutica, se trata de un «metaanálisis» y no de un estudio «ad hoc» sobre la incidencia en las enfermedades cardiovasculares, además de que «los pacientes con placebo abandonan antes el tratamiento, con lo que desaparecen del estudio y numéricamente es más fácil que haya morbilidad» en los que toman vareniclina. Además, asegura que el estudio no indica si los problemas se produjeron durante el tratamiento, que dura tres meses, o en la fase de seguimiento.
El cardiólogo Víctor López García-Aranda también resta credibilidad al estudio. Entre otros argumentos, cree que la diferencia del 72% «no está situada en el contexto oportuno, ya que el porcentaje relativo realmente representa una diferencia de 0.24% (1.06 con vareniclina vs. 0.82% con placebo)», lo que significa «un modesto incremento de efectos adversos». Asimismo, opina que el análisis de eventos cardiovasculares es muy pequeño y «limita extraordinariamente la interpretación de los resultados"

**Publicado en "ABC"

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