Las fábricas de Grifols huelen a alcohol. Y a nada más. En Parets del Vallés (Barcelona) esta compañía de hemoderivados (productos elaborados a partir de la sangre) tiene una de sus plantas más importantes. Todo está calculado como en un reloj suizo: la temperatura cambia según el proceso que se realiza en cada sala y en cada una la presión es distinta, para que al abrir una puerta, el aire salga con fuerza y el polvo no se pasee de una estancia a otra. Los trabajadores miman bolsas de sangre y de distintos líquidos transparentes enfundados en trajes blancos, guantes, gorro, gafas, mascarillas... La empresa cuenta en total con 11.230 empleados en el mundo. Unas 650 personas dan vida al complejo catalán. La movilidad de todos ellos por los edificios no es fácil: las entradas se cierran herméticamente. Las tarjetas de seguridad son necesarias para el más mínimo paseo. Acero impoluto por todas partes. Fábricas disfrazadas de quirófanos.
Grifols, fundada por el médico catalán José Antonio Grifols en 1940 y hoy presidida todavía por su nieto, factura 2.300 millones de euros al año. Cotiza en la bolsa española (forma parte del Ibex 35) y en el Nasdaq. Se dedica, principalmente, a elaborar productos a partir de la sangre humana. La mayoría de lo que sale de entre sus paredes acabará en los hospitales, y llegará a los pacientes a través de una aguja o un gotero. Gammaglobulina. Albúmina. Alfa-1-antitripsina... Todo comienza en el plasma. Y como en España están prohibidos los bancos privados de extracción de sangre, la compañía la importa de Estados Unidos, su segunda casa, especialmente desde que se hizo con su competidora americana, Talecris.
Estados Unidos no pierde de vista a esta compañía. Cuando Wikileaks filtró una lista de activos que el país norteamericano consideraba estratégicos en todo el mundo, de la península ibérica solo le interesaban tres cosas: el estrecho de Gibraltar, el gaseoducto hasta Argelia y Grifols. La compañía le interesaba por sus productos. Saben que ahí reside precisamente su atractivo: patentes, innovación, procesos exclusivos. Y aseguran que por eso confían en la formación. “Concebimos la formación como una inversión que permite mejorar la competitividad de la empresa a corto, medio y largo plazo, además de fomentar las expectativas laborales de los empleados”, aseguran.
“El año pasado invertimos 89,4 millones de euros en I+D que frente a los 40,7 millones de euros de 2010. Representa un crecimiento de más del 119%”, explica la empresa. Gastan en innovación y desarrollo el 5% de lo que se embolsan por sus ventas. Además, la compra de Talecris ha permitido al grupo complementar la cartera de proyectos. En marcha tienen, por ejemplo, un estudio médico para un posible tratamiento de Alzheimer.
¿De dónde salen las mentes que trabajan en Grifols? La compañía pesca talentos en sitios diversos. En 2011 dobló el número de empleados hasta los 11.230 trabajadores, tras comprar Talecris y los trabajadores de los 67 centros de donación de plasma que incluye. Por área geográfica, 2.390 trabajadores están en España, 8.342 en EEUU y los 498 restantes repartidos por el globo. En Grifols, recuerdan, el I+D tiene peso, y por tanto los investigadores que salen de diversas universidades. También para ciertos puestos es imprescindible personal llegado de los estudios de medicina, biología, farmacia, química o alguna ingeniería. “Pero no hay que olvidar que usamos procesos productivos. La mayoría del personal llega de la formación profesional”, señala un portavoz.
En el caso de España, por ejemplo, su plantilla se concentra en las fábricas de Parets del Vallés (Barcelona) y Las Torres de Cotillas (Murcia). Son instalaciones productivas. Pero muy delicadas. No se trata de una cadena de montaje industrial o la manipulación de fruta. Por eso exigen formación. “El perfil del empleado es eminentemente técnico y su grado formativo suele ser formación profesional”, recuerdan. Casi el 30% de la plantilla en España tiene titulación superior, en torno al 10% tiene titulación de grado medio y aproximadamente el 60% restante tiene una formación de grado superior. Eligen FP en diferentes disciplinas, principalmente las de la rama química (fabricación, laboratorio, diagnóstico, etc.) y las ramas vinculadas a la electrónica, electricidad y mecánica.
El problema es que los hemoderivados no están incluidos en ningún temario. Por eso la empresa se encarga de la última etapa formativa, breve, en unas academias propias, que abrieron en 2009 en Estados Unidos y en 2011 en España. “El año pasado Grifols impartió en total un total de 26.611 cursos, que se han traducido en 260.791 horas formativas. Esto supone un promedio de 30 horas de formación por empleado”, desgrana un portavoz.
Grifols es por tanto un ejemplo de uno de los grandes a los que se enfrenta España en cuanto a su modelo educativo se refiere: la formación profesional necesita estar más conectada con la empresa. Con una tasa de paro del 50% entre la población más joven, el actual Gobierno piensa que apostar por las titulaciones de grado medio y superior puede ser la receta más acertada, y quieren que se equilibre el porcentaje de jóvenes que se decanta por FP y por bachillerato. Hoy sólo 3 de cada diez estudiantes opta por la primera.
El Ejecutivo piensa además caminar hacia el modelo alemán de FP: pegado a la empresa. En otoño, señaló el ministro de Educación,Cultura y Deporte de España, José Ignacio Wert, se pondrá en marcha un primer intento de este sistema, en el que la parte profesional no se limitará a unas prácticas finales, sino que el contenido teórico y la estancia en las empresas correrán paralelos. Todavía no hay detalles. No se sabe cómo recibirán las empresas esa posibilidad. Pero las compañías como Grifols, que apuestan por los conocimientos técnicos, probablemente sean el objetivo del cambio.
**Publicado en "EL PAIS"