La evaluación de los niveles de
plaguicidas no persistentes, ampliamente utilizados en la agricultura
intensiva, en la población ha sido uno de los temas presentados en el XII Congreso
de la
Sociedad Española de Salud Ambiental, en el que se ha
profundizado sobre los productos químicos emergentes con actividad endocrina. La
investigadora de la Escuela Andaluza
de Salud Pública (EASP) Marina Lacasaña, ha presentado los resultados de varios
estudios centrados en adultos y población infantil en zonas agrícolas, tanto de
Andalucía, como de zonas del estado de México.
La capacidad de los
plaguicidas organofosforados para alterar el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides
y gónadas se ha demostrado por estudios experimentales en animales, pero la
evidencia de tales efectos en la salud humana sigue siendo escasa. Las
investigaciones presentadas por la
EASP son los primeros estudios, a nivel mundial, que han
evaluado en humanos el efecto de interacción entre gen y ambiente en este
ámbito. Los resultados sugieren que la exposición a plaguicidas organofosforados
actúa como disruptores endocrinos en los seres humanos. Es decir, son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal, responsable de múltiples funciones
vitales como el crecimiento, el desarrollo sexual, desarrollo neuroconductual, e
incluso la obesidad y la diabetes.
Al imitar o alterar el efecto de las hormonas, los disruptores
endocrinos pueden enviar mensajes confusos al organismo ocasionando diversas
disfunciones.
Por su parte, los
resultados de las investigaciones en Andalucía, centrados en población
infantil, evidencian que, dada la ausencia de programas de biomonitorización de
exposición a plaguicidas no persistentes, se desconocen los niveles reales de
exposición de la
población. Por lo que es necesario implementar un programa de
biomonitorización humana a contaminantes ambientales.
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