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02 July 2017

Right-sided colorectal tumours: an internal radiation advantage

For patients with colorectal cancer that has metastasized to the liver, having a primary tumour on the left side, as opposed to the right side of the colon, is known to be a significant advantage in terms of treatment response.
But now a new study, presented here at the ESMO 19th World Congress on Gastrointestinal Cancer, suggests this imbalance may be at least partially redressed.
Reversing the usual pattern, patients whose liver metastases had spread from right-sided primary tumours (RSP) had a 36% better survival rate after treatment with a combination of first-line chemotherapy and selective internal radiation therapy (SIRT) using Y-90 resin microspheres, compared to chemotherapy alone, according to the study.
This same treatment combination was no better than chemotherapy only in patients with left-sided primary tumours (LSP).

“These findings are good news for patients with right-sided primary tumours, who have a much worse prognosis and fewer treatment options than patients with left-sided tumours,” said study investigator Guy van Hazel, MD, from the University of Western Australia in Perth, Australia.
“We are excited because hitherto no treatment apart from the addition of bevacizumab to chemotherapy has improved the dismal outcome of liver metastases coming from right-sided primary tumours.”
The analysis included 739 patients from two completed studies called SIRFLOX (SF) and FOXFIRE-Global (FFG).
All patients had liver-only or liver-dominant metastatic colorectal cancer (mCRC), and had been randomised to receive either standard chemotherapy alone, or combined with SIRT. The chemotherapy regimen was mFOLFOX6, and most patients received bevacizumab as well.
Information on the patients’ primary tumour location was recorded at the start, with 24% having right-sided and 73% left-sided disease (the remaining 3% had primary tumours on both sides of the colon, or the primary tumour site was unknown).

Overall, outcomes were not different between the chemotherapy alone and chemotherapy plus SIRT groups, with median overall survival (OS) and progression-free survival (PFS) around 24 months and 11 months, respectively.
However, when the investigators examined patients with RSP and LSP separately they saw a clear difference.
Patients with liver metastases from RSP had significantly better OS when SIRT was added to their chemotherapy compared to those who had chemotherapy alone (22.0 vs. 17.1 months, respectively; p=0.007; Hazard Ratio [HR]: 0.64 [95% CI: 0.46-0.89]), but this was not the case for patients with LSP (24.6 vs. 25.6 months; p=0.279; HR: 1.12 [0.92-1.36]).
“That means that RSP patients treated with chemotherapy plus SIRT have a 36% reduced risk of dying at any time point,” said van Hazel.
There was also a 27% improvement in PFS, although this was not statistically significant.
“This is the first time that location of primary tumour has been linked to radiation therapy,” said van Hazel, and although it’s possible that it may only apply to patients receiving first-line therapy, he said it opens a new treatment option for these patients.

There were no differences in side effects between patients with RSP and LSP tumours, and although patients who had both chemotherapy and SIRT did experience more side-effects than those who had chemotherapy alone, these were “predictable and manageable,” said van Hazel.
Commenting on the study, ESMO spokespersons Dirk Arnold, from Instituto CUF de Oncologia in Lisbon, Portugal and Eric Van Cutsem, University Hospitals Leuven, Belgium, said that these findings contribute to the recent debates on both the biological heterogeneity of colon cancers and tumour localisation.
“It remains to be confirmed whether these results mean that right-sided tumours are more sensitive to this kind of radiotherapy – or whether this is simply related to the fact that the molecular characteristics of right-sided tumours allow less treatment options, because they have more mutations,” they explained. “Additionally the well-known worse prognosis of right-sided tumours increases the relative importance of a non-systemic treatment option. More data on the molecular factors determining these results are warranted.”  

30 October 2014

Un nuevo marcador permitirá monitorizar el tratamiento del cáncer colorectal a través de muestras de sangre



Una investigación liderada por el  Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO)  ha descubierto un nuevo marcador que permitirá monitorizar el tratamiento del cáncer colorectal a través de muestras de sangre y ha señalado un nuevo método práctico y no invasivo para la monitorización del tratamiento en pacientes con cáncer colorectal (CRC). El trabajo, que se acaba de publicar en la revista Clinical Cancer Research, ha demostrado que hay una correlación entre los niveles sanguíneos de pEGFR, la forma activa del receptor del factor de crecimiento epidérmico, y la respuesta al tratamiento con el fármaco cetuximab. De manera que la forma activada de EGFR (pEGFR) se secreta como respuesta a la terapia anti-EGFR. Este descubrimiento abre la puerta a poder monitorizar aquello que está sucediendo en el tumor y sus metástasis durante el tratamiento terapéutico, en simples analíticas de sangre. 
    Por primera vez, se ha descubierto que midiendo el nivel de pEGFR en el plasma de la sangre, se puede detectar la sensibilidad y la resistencia al tratamiento con  cetuximab, en células tumorales de cáncer colorectal.

    El estudio también parte de la utilización del cultivo celular en 3D junto a técnicas de proteómica cuantitativa para poder estudiar la respuesta, in vitro, de las células tumorales al cetuximab.

El estudio parte de un objetivo claro y simple: buscar marcadores moleculares, no-invasivos y fáciles de medir, a las terapias dirigidas de anti-EGFR. “Lo más necesario en oncología es la identificación de marcadores que indiquen si el tratamiento funciona a nivel molecular o no” explica Josep Villanueva y sigue, “esta estrategia nos permitirá verlo con un simple análisis de sangre”. Utilizar pEGFR como un biomarcador podría servir para monitorizar el tratamiento y podría permitir hacer un seguimiento de la respuesta al tratamiento sin necesidad de hacer una tomografía de control (TAC), la prueba estándar que se usa hoy en día para monitorizar el tamaño del tumor, lo que supondría, sin duda, un beneficio para el paciente.
**Foto del Dr. Josep Villanueva, responsable de este estudio e investigador principal del  Grupo de  Biomarcadores Tumorales, y su equipo. De izquierda a derecha:  Josep Gregori, Olga Méndez, Josep Villanueva, Theodora Katsila, Mireia Pujals

15 June 2012

LA COLONOSCOPIA ES LA TÉCNICA MÁS PRECISA PARA EL DIAGNÓSTICO DE CÁNCER COLORRECTAL

 “La colonoscopia es la exploración endoscópica más precisa para el diagnóstico de lesiones de colon y recto, además de muy segura. Permite la toma de biopsias para confirmar el diagnóstico cuando se observa alguna alteración en el interior del colon, así como la extirpación de la mayoría de pólipos que se detectan”. Así lo explica el doctor Antoni Castells, director del Instituto de Enfermedades Digestivas y Metabólicas del Hospital Clinic de Barcelona y miembro del Comité Médico Asesor de europacolon España.

En España, el cáncer colorrectal es el segundo tipo de cáncer más frecuente, con una tasa de mortalidad cercana de 14.000 fallecimientos anuales; una de cada tres muertes por cáncer de colon podría evitarse si todas las personas mayores de 50 años se efectuaran los exámenes de detección precoz con regularidad. Si el cáncer se diagnostica antes de que se haya extendido más allá de la pared intestinal, la probabilidad de sobrevivir por encima de los cinco años supera el 80%.

Tal diagnóstico temprano se logra principalmente a través de programas de cribado que consisten en la realización del test de sangre oculta en heces (TSOH) a personas de entre 50 y 69 años. Si el análisis es negativo, se debe repetir cada 1 ó 2 años; pero si es positivo, se realizará entonces una colonoscopia para confirmar el diagnóstico.

“Cuando un paciente presenta síntomas o signos que sugieran la existencia de una enfermedad en el colon o recto, si el TSOH ha sido positivo, o si existen antecedentes familiares, se requiere de esta prueba para confirmar el estado del paciente, es decir, la existencia o no de un cáncer o un pólipo precanceroso en el intestino. Si se detectan estos últimos, pueden extirparse en la misma colonoscopia, evitando así la eventual progresión hacia un cáncer”, detalla el doctor Castells.

-Riesgos infrecuentes

A diferencia del TSOH, la técnica de la colonoscopia requiere de una preparación previa del colon, que puede resultar pesada e incómoda para el paciente. Antes de realizar esta exploración, debe administrarse una solución evacuante que permite limpiar y visualizar totalmente la pared del colon. Esta preparación requiere de la ingesta de una importante cantidad de líquido, lo que dificulta la realización de dicho lavado. “Dado que, en la actualidad, la mayoría de colonoscopias se realizan con sedación, la limpieza del colon previa a la prueba es uno de los aspectos peor valorados por el paciente”, señala el experto.

Por otro lado, aunque son conocidos, y en su mayoría controlados, la colonoscopia puede suponer una serie de riesgos como son la perforación y la hemorragia. Estas suelen ocurrir cuando debe efectuarse de forma simultánea algún procedimiento terapéutico (fundamentalmente, la extirpación de pólipos). “No obstante, ambas complicaciones son muy infrecuentes: ocurren de 1 a 5 casos por 1000 exploraciones”, asegura el doctor Castells.

Actualmente existen endoscopios de alta resolución y técnicas de tinción digital que permiten el diagnóstico de lesiones cada vez más pequeñas e incipientes, en particular en individuos especialmente predispuestos a desarrollar cáncer de colon debido a características personales y/o familiares. Además, los avances en endoscopia terapéutica (mucosectomía, disección submucosa) permiten la extracción de lesiones cada vez mayores, evitando la cirugía en muchas ocasiones.



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