La depresión es una enfermedad
mental crónica que se puede tratar, evolucionar
de forma favorable y, en muchos casos, curar.
A pesar de su alta recurrencia y cronificación, la recuperación del paciente es
posible. Para ello, resulta crucial la existencia de un diagnóstico temprano que permita instaurar cuanto antes el tratamiento a medida de cada paciente con
el fin último de evitar recaídas y lograr su recuperación funcional.
Para el doctor Luis Caballero, vocal del a Sociedad
Española de Psiquiatría y Jefe de Servicio de Psiquiatría del Grupo HM, “en la mayoría de los casos en los que el
paciente está bien diagnosticado y tratado mejora mucho, o se cura del
episodio, en el sentido de la remisión de los síntomas. Pero la depresión es un
trastorno recurrente y, con frecuencia, el reto es que los pacientes
mantengan el tratamiento el tiempo necesario para evitar las recaídas”.
En palabras del doctor Guillermo Lahera, Profesor de Psiquiatría y Psicología Médica
en la Universidad de Alcalá de Henares e Investigador en el Instituto Ramón y
Cajal de Investigación Sanitaria en el CIBERSAM, “la depresión se puede curar, pero no es fácil y siempre debe
entenderse que es una enfermedad crónica y que tiende a la recurrencia. En
condiciones reales -no sólo en ensayos clínicos- el tratamiento con
antidepresivos consigue una remisión hasta en el 67% de los casos. Pero ello es
tras un duro camino: la respuesta a la primera línea de tratamiento es del 33%,
y solo tras añadir otras tres líneas (farmacológicas o psicoterapias) se
consigue esas tasas de éxito”.
El diagnóstico temprano favorece un mejor
pronóstico de la enfermedad
El diagnóstico temprano es esencial para el mejor pronóstico de la enfermedad. Como explica el Dr. Caballero, “el diagnóstico temprano es el realizado en las fases precoces del
trastorno depresivo, cuando éste lleva poco tiempo de evolución y el
tratamiento es más eficaz. Sin embargo, hay un porcentaje importante de pacientes
que llegan a las consultas, sobre todo a la primera, tras meses o años de
evolución sin tratamiento de su depresión”. El retraso en el diagnóstico,
por su parte, supone “cronificación del sufrimiento y de la discapacidad,
complicaciones médicas y psiquiátricas -incluido el riesgo de suicidio- y menor
eficacia de los tratamientos cuando se aplican”, afirma el Dr. Caballero.
Según el estudio ESEMeD (European Study of the Epidemiology of Mental
Disorders) la prevalencia en España es inferior a la de otros países
europeos, con una prevalencia-vida del episodio depresivo de 10,6% y una
prevalencia- año del 4,0%, aunque una de las características más notables es
que presenta una edad de inicio más temprano y altas tasas de comorbilidad y
cronicidad.
Los expertos coinciden
en afirmar que esta enfermedad cuenta todavía con una elevada tasa de infradiagnóstico –en torno al 50% según
estudios internacionales- y, por
tanto, muchos pacientes no están tratados adecuadamente, lo que contrasta con
el hecho de que el consumo de antidepresivos se haya triplicado en los últimos
diez años en nuestro país.
Para el doctor Lahera, “la causa está en la confusión conceptual de lo que es y no es una
depresión. Por un lado, se banaliza el término “depresión” y se medicaliza el
sufrimiento y las reacciones emocionales negativas ante la adversidad y, por
otro, no se identifica correctamente la auténtica enfermedad depresiva, cargada
de consecuencias para la salud y la funcionalidad de la persona. Al tener poco
tiempo y, en ocasiones, carecer de una formación específica en Salud Mental,
los médicos equiparan ambas entidades, que en realidad requieren abordajes
distintos. Carecemos de marcadores objetivos para diferenciar los trastornos
afectivos, por lo que nuestra herramienta básica es la exploración
psicopatológica. Si nuestra competencia en este campo –o nuestro tiempo de
consulta- son limitados, englobaremos como depresión todo, y este fenómeno paradójico
persistirá”.
Conviene recordar que tristeza o melancolía no son sinónimos de
depresión. Los períodos de tristeza o melancolía son inherentes a la
experiencia humana. La tristeza es un sentimiento normal, pero puede llegar a
ser patológica en función de su duración, intensidad y grado de interferencia
en la conducta y la vida cotidiana de la persona.
Según la Alianza Europea contra la Depresión,
uno de los indicadores del infradiagnóstico de la depresión es la elevada tasa de suicidio: hasta un 15% de los pacientes con trastorno
depresivo se suicida. El riesgo de
suicidio se relaciona con una gran variedad de trastornos mentales graves
y, en el caso de la depresión, es 21
veces superior al de la población general.
Recurrencias, falta de adherencia terapéutica y
estigma social, principales desafíos
Las recaídas, frecuentes en esta
enfermedad, representan también uno de los principales retos para el correcto
abordaje. Los datos señalan que cada
episodio depresivo incrementa la probabilidad de una recurrencia posterior. Aproximadamente, un 60% de los pacientes que ha sufrido un episodio depresivo presenta
al menos una recurrencia a lo largo de su vida.
Alcanzar la remisión y minimizar los efectos adversos –y, en consecuencia, reducir las recaídas- sigue
representando un reto en el tratamiento
de la depresión, que encuentra en la falta de adherencia terapéutica uno de los principales desafíos para el correcto abordaje de la patología. Tal
y como afirma el Dr. Lahera “hasta el 40% de los pacientes con depresión
abandona el tratamiento en el primer mes y el 60% de los que continúan lo
abandona a lo largo de los seis primeros meses. Aún más, el 15% no llega nunca
a iniciar el tratamiento y muchos de ellos no informan a su médico del
abandono”.
Entre los razones que explican esta situación se
encuentran básicamente tres: a) las relacionadas
con el médico: tipo de relación con el paciente, estilo comunicativo,
accesibilidad y confianza ofrecida, etc.; b) las relativas al tratamiento: complejidad de la toma, efectos
secundarios, duración y grado de interferencia con el día a día; y c)
finalmente, con la personalidad del
paciente, su conciencia de enfermedad, preocupación por los efectos del
tratamiento, etc.
“Hay mucho que hacer para mejorar la adherencia, actuando
sobre cada uno de estos factores. Pero yo destacaría que una buena relación
médico-paciente, basada en la toma de decisiones compartidas, es la base para
mejorar estas cifras”, concluye el Dr.
Lahera.
El estigma, por su lado, pesa mucho en la recuperación del paciente
porque las actitudes de las personas del entorno, del profesional y del propio
paciente (el auto-estigma) inciden directamente en la evolución del cuadro.
Por un abordaje integral que reduzca costes y
evite sufrimiento
El tratamiento de la depresión debe ser integral, holístico,
fundamentado en el tratamiento farmacológico y psicosocial, donde las pautas de
estilo de vida (ejercicio, dieta saludable, etc.) cobran también un papel
relevante.
Los médicos de atención primaria desempeñan
también un papel fundamental en el diagnóstico y manejo de esta enfermedad.
Según el doctor Luis Caballero, “su papel es primordial: el diagnóstico
y el tratamiento de la depresión no complicada no es difícil, en la
mayoría de los casos, y está al alcance del médico de atención primaria. A
pesar de ello, todavía un porcentaje importante de los pacientes
depresivos no son diagnosticados en este ámbito asistencial, por diversos
motivos”.
“Cada vez sabemos más las nefastas consecuencias de mantener
síntomas residuales, de dejar la depresión a medio tratar. El tratamiento debe
ser cómodo para el paciente y en el que se le informe del plan terapéutico, los
posibles efectos secundarios, la duración, etc. Es fundamental un seguimiento
adecuado para garantizar la remisión y la prevención de recaídas”, explica el doctor Guillermo Larera, quien se
lamenta de que “desgraciadamente en
España, todavía hay, una marcada desigualdad en los Servicios de Atención a la
Salud Mental. El colapso de muchos centros hace que el tratamiento de la
depresión sea pobre e indiscriminado. El abordaje integral de la depresión
ahorraría costes, puesto que se asocia y agrava el pronóstico de otras
entidades médicas como infarto de miocardio, ictus o la diabetes”.
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