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24 May 2012

La SEMG defiende la importancia del papel integrador del médico de familia en el abordaje de los cuidados paliativos


El nacimiento de la Medicina Paliativa coincide con el impulso a la Atención Primaria en la Conferencia de Alma-Ata de 1978 y la elaboración del Informe Belmont, que supuso el desarrollo de los principios de la ética biomédica. Ambos fueron fruto de  los cambios demográficos, epidemiológicos, sociales y culturales que se produjeron a finales del siglo XX y que justificaron la necesidad de un cambio en la atención sanitaria, para que su único objetivo no fuera luchar contra la enfermedad y la muerte, sino cuidar a los pacientes en la fase final de su vida y proporcionar una muerte tranquila cuando ésta es inevitable.

A menudo los cuidados paliativos se asocian solo a determinadas enfermedades y a la fase final de ésta, pero desde la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) se quiere concienciar del hecho que los cuidados paliativos no sólo se dirigen a una enfermedad concreta, sino a la atención que se debe prestar para aliviar los síntomas cuando han finalizado las posibilidades terapéuticas curativas. En este sentido, el Dr. Higinio Flores, miembro del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de la SEMG, señala que “se deben entender como un conjunto de cuidados que se aplican no solo al paciente en el estado avanzado de su enfermedad, sino también a sus familiares, y se extienden un poco más allá de la muerte del paciente, para prevenir el duelo patológico”.
La SEMG, consciente del importante papel del médico de primer nivel asistencial en el tratamiento de estos pacientes, ha organizado el curso precongreso “Abordaje integral de los cuidados paliativos en Atención Primaria”, en el marco del XIX Congreso Nacional y XIII Internacional de Medicina General y de Familia que se celebra desde hoy y hasta el sábado en Santander, con la participación de más de 3.000 profesionales.
La responsabilidad de los médicos generales y de familia queda recogida en el Real Decreto 1030/2006, de 15 de septiembre, por el que se establece la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud. En él se incluye la identificación de enfermos en situación terminal, la valoración integral de las necesidades de pacientes y cuidadores y el establecimiento de un plan de cuidados, el control de los síntomas físicos y psíquicos, la información, asesoramiento y apoyo al paciente y a los cuidadores, y la facilitación de la atención por estructuras de apoyo sanitario y/o social por servicios especializados, en aquellas situaciones que lo precisen.
Pero para poder responder a las preocupaciones y necesidades del paciente en situación terminal de enfermedad, desde la SEMG también se remarca la importancia de que los profesionales sanitarios tengan habilidades de comunicación, y, a la vez, que se enseñe a la familia del paciente a comunicarse con su ser querido para ayudarle a llegar al final de la vida de una forma tranquila y serena. “Hay que facilitar a los profesionales conocimientos básicos y una serie de habilidades para saber cómo se da la mala noticia, y a la familia para comunicarse con el paciente; hay que evitar la ‘conspiración del silencio’ para que el enfermo vehicule sus emociones, no se aísle emocionalmente, y no termine viviendo su proceso en soledad”, explica el Dr. Flores.
Y es que la fase final de la enfermedad es la que posiblemente genere la mayor ansiedad en todo el proceso. La Dra. María José Fernández González, responsable del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de la SEMG, señala que es un momento de muchísima responsabilidad para el médico, de indecisión para la familia y de mucho sufrimiento para todos. En este sentido señala que “la toma de decisiones es difícil, hay que tener las ideas claras para poder hacerlo de la mejor manera posible. Saber escuchar, valorar el grado de sufrimiento del enfermo, las demandas justificadas o no por parte  la familia para no perder al paciente y también valorar nuestro grado de implicación”. Pero por encima de todo, “la meta debe ser aliviar el sufrimiento del enfermo y de su familia, con un buen control de los síntomas, un buen apoyo emocional y una comunicación sincera y respetuosa”, recalca.
En esa fase final el equipo de Atención Primaria se halla situado en un lugar privilegiado y en ella el médico general y de familia tiene que emplear su visión integradora. En este sentido el Dr. Flores señala que “la mayoría de los pacientes, si es posible, desean fallecer en sus domicilios, y ahí el facultativo de AP debe ejercer una función de coordinación del equipo multidisciplinar que interviene en el proceso (el médico, la enfermera de familia, el trabajador social, el psicólogo, etc.)”
Los servicios de urgencia a domicilio también juegan un papel importante en esta fase, ya que a menudo tanto la familia como el paciente se sienten desbordados por síntomas de difícil control, como dolor, agitación, disnea, náuseas, vómitos, etc. En estos casos, señala el Dr. Pablo Berenguel, médico general y de familia que trabaja en el Hospital de Alta Resolución El Toyo (Almería) y miembro del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de la SEMG, “es importante que el equipo que atienda la urgencia en domicilio establezca una buena comunicación y sepa actuar con los medios de los que dispone en ese momento, para controlar la ansiedad de la familia y del paciente”.

  

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