Según los últimos datos
disponibles, la cesta de la compra se ha encarecido el triple que los sueldos
desde la entrada del euro y un 33% de la población ha cambiado sus hábitos
alimentarios por motivos económicos. Entre las consecuencias para la salud de
una mala alimentación destaca la obesidad, con sus comorbilidades. Esta
enfermedad metabólica, definida por la OMS como la epidemia del siglo XXI, es
la más frecuente y supone la segunda causa prevenible y evitable de muerte en
los países desarrollados. En concreto, en España la mortalidad por enfermedad
cardiovascular representa el 31,7% de todas las defunciones, de las que un
20-30% son atribuibles a exceso de peso.
Recomendaciones para mejorar la
alimentación en un escenario de pobreza
Una cesta alimentaria
ajustada a las limitaciones económicas y reducidas por el bajo poder de compra
de los consumidores, ha destacado la SEEN, acarrea el incremento en el consumo
de alimentos ultraprocesados de bajo valor nutricional y poder saciante, ricos en azúcares
refinados, sal y grasas como bollería y repostería industrial, precocinados,
carnes de más baja categoría comercial. Una tendencia que “supone también una
notable ausencia o escasez de pescado azul, frutas y verduras frescas y el
descenso del consumo de productos como el aceite de oliva, lácteos, pan y
huevos”.
Ante esta situación,
desde la sociedad científica recomiendan intentar seguir un patrón de dieta
saludable mediante una alimentación variada basada en diferentes alimentos que
aporten la energía y nutrientes necesarios, ya que “no existe ningún producto que
contenga de manera exclusiva las cantidades idóneas”. Así, el doctor Botella ha
insistido en la importancia de no consumir siempre el mismo producto, como la
patata, que es el alimento más recurrido, pero con un aporte energético
limitado, y “recurrir a alternativas” siempre que se “modere” su consumo. Así,
se ha referido a la ingesta, por ejemplo, de arroz, pasta (preferiblemente
integrales) y legumbres, entre otros, por encontrarse entre los alimentos
básicos y que por su precio resultan “asequibles” como plato principal.
El potaje es una
alternativa saludable y económica. “Pensar en recetas que combinen alimentos
como las carnes o los pescados con arroz, pasta o legumbres, da como resultado
un plato sabroso y nutritivo que sirve como plato único de la comida
principal”. Asegurar una ingesta “alternada” de legumbres a lo largo de la
semana, “supone una decisión acertada para una correcta alimentación”.
Consumir productos congelados, más
económicos que los frescos, es también una posibilidad muy aceptable, ya que
esta técnica no altera el valor nutricional, ni la calidad ni el sabor de
alimentos como carnes, pescados u hortalizas. La SEEN advierte que la única
precaución que tenemos que tener es asegurar que no se rompa la cadena de frío
del producto congelado.
Recomendaciones para
mantener una dieta equilibrada
1. Hacer al menos tres comidas diarias.
2. Elegir mayoritariamente alimentos de
origen vegetal (fruta y verdura de temporada, legumbres y cereales) y de
proximidad.
3. Incluir como mínimo una ración de
cereales o derivados (pan, pasta, arroz, maíz, patatas, etc.) en cada comida,
priorizando los elaborados con harina integral.
4. Limitar el consumo de alimentos de
origen animal, como la carne, los embutidos y los lácteos no desnatados y sus
derivados.
5. Priorizar el consumo de pescado (si
puede ser, azul) y carne blanca (pollo, pavo o conejo).
6. Tomar legumbres dos/tres veces a la
semana.
7. Reducir el consumo de fritos.
8. Moderar las raciones y reaprovechar
algunos alimentos.
9. Perder el miedo al agua del grifo.
10. Cocinar en casa, en lugar de comprar
alimentos ya precocinados.
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