
En el marco del XLIV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) se ha celebrado una mesa dedicada al “Manejo del paciente con traumatismo craneoncefálico”. Y es que, en la actualidad, la enfermedad traumática en general y el TCE en particular, constituyen la primera causa de muerte en menores de 45 años en los países del primer mundo. Asimismo, son causa de enormes secuelas e invalidez con el sufrimiento personal y el coste económico y social que conllevan.
El objetivo principal de esta mesa es acercar a los asistentes los avances en el tratamiento de los pacientes con un traumatismo craneoencefálico (TCE) grave, entendiendo por paciente con trauma craneoencefálico aquel que “presenta un deterioro funcional o alteración del nivel de conciencia producido por una lesión cerebral, fundamentalmente, por accidentes de tráfico, accidentes laborales, caídas o agresiones”, afirma el doctor Eduardo Miñambres, del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander.
Los síntomas que definen a un paciente con traumatismo craneoencefálico van desde “la confusión, agitación, desorientación o amnesia del episodio en los traumatismos craneoencefálicos leves, hasta el coma profundo y convulsiones en los más graves”, señala el especialista. “La hipoxia y la hipotensión de los pacientes con TCE en el medio extrahospitalario son determinantes, ya que incrementan enormente las secuelas y el daño cerebral”, señala el doctor Miñambres.
“Uno de los mayores avances en el campo del TCE grave es la neuromotorización cerebral, cada vez más compleja e invasiva y que aporta una gran información acerca de la oxigenación y del metabolismo del cerebro dañado”, afirma el especialista.
Asimismo, “es prioritario el control de la hipertensión endocraneal que se produce en estos pacientes. Cuando este control es imposible con los tratamientos habituales deben valorarse tratamientos más agresivos como la hipotermia o practicar una craniectomía descompresiva (fragmentación y separación del cráneo), que disminuya la presión cerebral. Estas terapias presentan elevados riesgos y su uso debe ser evaluado con cautela”, especifica el doctor Miñambres.
“La asistencia completa de este tipo de pacientes la deben llevar a cabo además especialistas en neurocirugía y radiología del centro hospitalario en el que se encuentra el paciente”, continúa el especialista. Pero, “ante todo hay que evitar retrasar el ingreso en una Unidad de Cuidados Intensivos y tomar decisiones multidisciplinares”.
A lo largo de los últimos años, se han producido mejoras considerables en el abordaje del paciente con trauma craneoencefálico. Y es que, “los avances en la monitorización del cerebro de los pacientes con un TCE grave han permitido conocer lo que sucede a nivel cerebral en cuanto a la oxigenación y el metabolismo neuronal”, concluye el doctor Miñambres.
El objetivo principal de esta mesa es acercar a los asistentes los avances en el tratamiento de los pacientes con un traumatismo craneoencefálico (TCE) grave, entendiendo por paciente con trauma craneoencefálico aquel que “presenta un deterioro funcional o alteración del nivel de conciencia producido por una lesión cerebral, fundamentalmente, por accidentes de tráfico, accidentes laborales, caídas o agresiones”, afirma el doctor Eduardo Miñambres, del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander.
Los síntomas que definen a un paciente con traumatismo craneoencefálico van desde “la confusión, agitación, desorientación o amnesia del episodio en los traumatismos craneoencefálicos leves, hasta el coma profundo y convulsiones en los más graves”, señala el especialista. “La hipoxia y la hipotensión de los pacientes con TCE en el medio extrahospitalario son determinantes, ya que incrementan enormente las secuelas y el daño cerebral”, señala el doctor Miñambres.
“Uno de los mayores avances en el campo del TCE grave es la neuromotorización cerebral, cada vez más compleja e invasiva y que aporta una gran información acerca de la oxigenación y del metabolismo del cerebro dañado”, afirma el especialista.
Asimismo, “es prioritario el control de la hipertensión endocraneal que se produce en estos pacientes. Cuando este control es imposible con los tratamientos habituales deben valorarse tratamientos más agresivos como la hipotermia o practicar una craniectomía descompresiva (fragmentación y separación del cráneo), que disminuya la presión cerebral. Estas terapias presentan elevados riesgos y su uso debe ser evaluado con cautela”, especifica el doctor Miñambres.
“La asistencia completa de este tipo de pacientes la deben llevar a cabo además especialistas en neurocirugía y radiología del centro hospitalario en el que se encuentra el paciente”, continúa el especialista. Pero, “ante todo hay que evitar retrasar el ingreso en una Unidad de Cuidados Intensivos y tomar decisiones multidisciplinares”.
A lo largo de los últimos años, se han producido mejoras considerables en el abordaje del paciente con trauma craneoencefálico. Y es que, “los avances en la monitorización del cerebro de los pacientes con un TCE grave han permitido conocer lo que sucede a nivel cerebral en cuanto a la oxigenación y el metabolismo neuronal”, concluye el doctor Miñambres.
-La sepsis, un problema social
Otro ámbito que preocupa considerablemente a los especialistas es el desarrollo de sepsis. La sepsis se define como “aquella respuesta del organismo a una infección, que causa daño en la función de los órganos. En algunos casos la infección se acompaña de inflamación sistémica, en la sangre y en otros órganos, asociándose a una alteración de la función de órganos diferentes al inicialmente afectado”, indica el doctor José Ángel Lorente, del Hospital Universitario de Getafe.
Con el objetivo de analizar los principales hitos de la investigación en este ámbito, se ha organizado la mesa “Investigación traslacional en la sepsis”, entendiendo por investigación traslacional, “aquella investigación diseñada para contestar a una pregunta planteada en la clínica y cuyo objetivo es el diseño de nuevas estrategias terapéuticas para los pacientes”, afirma el doctor Lorente.
La infección puede adquirirse en el centro hospitalario o en la propia comunidad. “Los órganos más afectados suelen el pulmón y el abdomen, aunque también afectar al sistema nervioso central, a los dispositivos intravasculares y a los tejidos blandos, entre otros”, señala el especialista.
Sus principales manifestaciones son la respuesta inflamatoria sistémica, fiebre o hipotermia, taquicardia y taquipnea, en combinación con la alteración de la función de los órganos, disminución del nivel de conciencia, hipotensión, hipoxemia, oliguria y alteración de la función renal o hepática.
En la actualidad, la mortalidad de la sepsis es muy elevada y constituye un problema de carácter social. Si se asocia a la alteración de la función de al menos un órgano, la mortalidad se encuentra en torno al 30%. “Estudios realizados recientemente han demostrado que, al cabo de un año fallecen tantos enfermos por sepsis como por infarto de miocardio”, señala el doctor Lorente.
Sin embargo, el principal problema radica en que todavía no existe un tratamiento específico para mejorar la supervivencia de los pacientes. “Actualmente se está reevaluando un tratamiento muy prometedor que consiste en la administración de un agente anticoagulante con propiedades profibrinolíticas y anti-inflamatorias, la proteína activada recombinante humana.
Tal es la preocupación en torno al problema de la sepsis que, “cada día la Administración y Agencias Públicas de Financiación parecen estar más concienciadas con este problema”, concluye el doctor Lorente.
Otro ámbito que preocupa considerablemente a los especialistas es el desarrollo de sepsis. La sepsis se define como “aquella respuesta del organismo a una infección, que causa daño en la función de los órganos. En algunos casos la infección se acompaña de inflamación sistémica, en la sangre y en otros órganos, asociándose a una alteración de la función de órganos diferentes al inicialmente afectado”, indica el doctor José Ángel Lorente, del Hospital Universitario de Getafe.
Con el objetivo de analizar los principales hitos de la investigación en este ámbito, se ha organizado la mesa “Investigación traslacional en la sepsis”, entendiendo por investigación traslacional, “aquella investigación diseñada para contestar a una pregunta planteada en la clínica y cuyo objetivo es el diseño de nuevas estrategias terapéuticas para los pacientes”, afirma el doctor Lorente.
La infección puede adquirirse en el centro hospitalario o en la propia comunidad. “Los órganos más afectados suelen el pulmón y el abdomen, aunque también afectar al sistema nervioso central, a los dispositivos intravasculares y a los tejidos blandos, entre otros”, señala el especialista.
Sus principales manifestaciones son la respuesta inflamatoria sistémica, fiebre o hipotermia, taquicardia y taquipnea, en combinación con la alteración de la función de los órganos, disminución del nivel de conciencia, hipotensión, hipoxemia, oliguria y alteración de la función renal o hepática.
En la actualidad, la mortalidad de la sepsis es muy elevada y constituye un problema de carácter social. Si se asocia a la alteración de la función de al menos un órgano, la mortalidad se encuentra en torno al 30%. “Estudios realizados recientemente han demostrado que, al cabo de un año fallecen tantos enfermos por sepsis como por infarto de miocardio”, señala el doctor Lorente.
Sin embargo, el principal problema radica en que todavía no existe un tratamiento específico para mejorar la supervivencia de los pacientes. “Actualmente se está reevaluando un tratamiento muy prometedor que consiste en la administración de un agente anticoagulante con propiedades profibrinolíticas y anti-inflamatorias, la proteína activada recombinante humana.
Tal es la preocupación en torno al problema de la sepsis que, “cada día la Administración y Agencias Públicas de Financiación parecen estar más concienciadas con este problema”, concluye el doctor Lorente.
-Cuidados post-paro cardiaco
Cuando se produce la recuperación de una parada cardiorespiratoria los intensivistas son los encargados de llevar a cabo los cuidados de estos pacientes, puesto que cuando salen de una parada cardiaca y son remitidos a una UCI, esta debe estar preparada a través de la protocolización y estructuración de sus actividades.
“Se entiende por resucitación la recuperación de una persona que podría considerarse que ha muerto y que mediante unas maniobras vuelve a la vida”, explica el doctor Juan López Messa, Director del Plan Nacional de RCP de la SEMICYUC. Tras la recuperación del paro cardiaco, aunque el concepto terapéutico originario era el de ‘cuidados post-resucitación’, en la actualidad el concepto ha cambiado y “se consideran cuidados post-paro cardiaco, porque cuando una persona ha sufrido un paro cardiaco ha padecido una agresión brutal ya que todos los órganos se han quedado sin riego. Al recuperar artifcialmente la circulación se desencadenan mecanismos que producen unos trastornos en el organismos muy importantes, por la propia reactivación de la circulación o por el efecto de falta de riego a esos órganos”, afirma el doctor López Messa. Y es que, los cuidados después del paro van encaminados a intentar disminuir el daño sobre los órganos que se han visto más afectados, fundamentalmente corazón y cerebro.
“Dentro de la SEMICYUC tenemos un grupo orientado a la formación en temas de resucitación, que es el Plan Nacional de RCP. Liderado por el doctor Higinio Martín Hernández, este grupo se ha encargado de elaborar una serie de recomendaciones, teniendo en cuenta que la parada cardiaca puede deberse a varias causas, respiratoria o cardiaca, principalmente. Si el problema ha sido puramente cardiaco, hay que hacer un cateterismo cadiaco lo antes posible. Si el paciente está en una situación de afectación neurológica después del paro, hay que llevar a cabo la técnica de hipotermia moderada terapéutica”, indica el doctor López Messa. Aparte de eso hay medidas guiadas para monitorizar trastornos de la tensión arterial, de la saturación de oxígeno. Y, si el paciente lo requiere, otras medidas circulatorias, ventilatorias, etc.
“Todas las UCI que traten pacientes por paro cardiaco recuperado tienen que tener un protocolo específico con una serie de objetivos para manejar a los mismos, siempre después de haber valorado la parte metabólica (concentración de oxígeno y tensión arterial) y la parte hemodinámica de los pacientes”, señala el especialista.
Asimismo, el especialista debe valorar las posibles secuelas que le queden al paciente. “Las secuelas más comunes son las neurológicas, que van desde el estado vegetativo hasta dificultades de la comprensión, relación o motricidad. Aunque las más comunes son las secuelas neurológicas, también pueden darse secuelas cardiacas”, afirma el doctor López Messa.
Las paradas cardiorespiratorias se pueden dar tanto en el ámbito extrahospitalario como intrahospitalario. “Los estudios demuestran que en el ámbito extrahospitalario la prevalencia oscila entre un 0,30 y un 0,40 por cada mil habitantes y año. De ellos, el 15% consigue llegar al hospital, y sobreviven cerca del 5%, por lo que el porcentaje es bajo. De los que llegan al hospital la supervivencia varía entre el 15 y 30%”, afirma el doctor.
Asimismo, el especialista debe tener claro el momento adecuado en que debe efectuar su labor. Por ello, “por cada minuto que pasa sin que a una persona se le realicen maniobras de resucitación, las posibilidades de supervivencia bajan un 10%. La estrategia a seguir establece que las maniobras de RCP básicas deben iniciarse en menos de cuatro minutos y las maniobras de RCP avanzadas deben comenzarse antes de que pasen 8 minutos, para conseguir unas posibilidades aceptables de supervivencia. Si se producen demoras, las posibilidades pueden ser muy inferiores”, concluye el especialista.
Cuando se produce la recuperación de una parada cardiorespiratoria los intensivistas son los encargados de llevar a cabo los cuidados de estos pacientes, puesto que cuando salen de una parada cardiaca y son remitidos a una UCI, esta debe estar preparada a través de la protocolización y estructuración de sus actividades.
“Se entiende por resucitación la recuperación de una persona que podría considerarse que ha muerto y que mediante unas maniobras vuelve a la vida”, explica el doctor Juan López Messa, Director del Plan Nacional de RCP de la SEMICYUC. Tras la recuperación del paro cardiaco, aunque el concepto terapéutico originario era el de ‘cuidados post-resucitación’, en la actualidad el concepto ha cambiado y “se consideran cuidados post-paro cardiaco, porque cuando una persona ha sufrido un paro cardiaco ha padecido una agresión brutal ya que todos los órganos se han quedado sin riego. Al recuperar artifcialmente la circulación se desencadenan mecanismos que producen unos trastornos en el organismos muy importantes, por la propia reactivación de la circulación o por el efecto de falta de riego a esos órganos”, afirma el doctor López Messa. Y es que, los cuidados después del paro van encaminados a intentar disminuir el daño sobre los órganos que se han visto más afectados, fundamentalmente corazón y cerebro.
“Dentro de la SEMICYUC tenemos un grupo orientado a la formación en temas de resucitación, que es el Plan Nacional de RCP. Liderado por el doctor Higinio Martín Hernández, este grupo se ha encargado de elaborar una serie de recomendaciones, teniendo en cuenta que la parada cardiaca puede deberse a varias causas, respiratoria o cardiaca, principalmente. Si el problema ha sido puramente cardiaco, hay que hacer un cateterismo cadiaco lo antes posible. Si el paciente está en una situación de afectación neurológica después del paro, hay que llevar a cabo la técnica de hipotermia moderada terapéutica”, indica el doctor López Messa. Aparte de eso hay medidas guiadas para monitorizar trastornos de la tensión arterial, de la saturación de oxígeno. Y, si el paciente lo requiere, otras medidas circulatorias, ventilatorias, etc.
“Todas las UCI que traten pacientes por paro cardiaco recuperado tienen que tener un protocolo específico con una serie de objetivos para manejar a los mismos, siempre después de haber valorado la parte metabólica (concentración de oxígeno y tensión arterial) y la parte hemodinámica de los pacientes”, señala el especialista.
Asimismo, el especialista debe valorar las posibles secuelas que le queden al paciente. “Las secuelas más comunes son las neurológicas, que van desde el estado vegetativo hasta dificultades de la comprensión, relación o motricidad. Aunque las más comunes son las secuelas neurológicas, también pueden darse secuelas cardiacas”, afirma el doctor López Messa.
Las paradas cardiorespiratorias se pueden dar tanto en el ámbito extrahospitalario como intrahospitalario. “Los estudios demuestran que en el ámbito extrahospitalario la prevalencia oscila entre un 0,30 y un 0,40 por cada mil habitantes y año. De ellos, el 15% consigue llegar al hospital, y sobreviven cerca del 5%, por lo que el porcentaje es bajo. De los que llegan al hospital la supervivencia varía entre el 15 y 30%”, afirma el doctor.
Asimismo, el especialista debe tener claro el momento adecuado en que debe efectuar su labor. Por ello, “por cada minuto que pasa sin que a una persona se le realicen maniobras de resucitación, las posibilidades de supervivencia bajan un 10%. La estrategia a seguir establece que las maniobras de RCP básicas deben iniciarse en menos de cuatro minutos y las maniobras de RCP avanzadas deben comenzarse antes de que pasen 8 minutos, para conseguir unas posibilidades aceptables de supervivencia. Si se producen demoras, las posibilidades pueden ser muy inferiores”, concluye el especialista.
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