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25 November 2011

Un diagnóstico precoz puede conseguir que el 100% de los pacientes con acromegalia no sufra los síntomas‏

Más de 2.500 españoles padecen acromegalia en nuestro país y se estima que cada año se diagnostican 138 casos nuevos. “Si el diagnóstico de esta patología no se situase en 10 ó 15 años tras los primeros síntomas, los pacientes con acromegalia podrían tener los síntomas de la enfermedad bajo control y por tanto disfrutar de una calidad de vida excelente,” asegura Raquel Ciriza, presidenta de la Asociación Española de Afectados por Acromegalia.

Se trata de una enfermedad producida por un exceso de hormona de crecimiento, de origen tumoral, que aparece en la edad adulta. Cuando aparece en la infancia, muchísimo menos frecuente, se llama “gigantismo” porque los pacientes alcanzan una talla desmesurada, habitualmente por encima de los 2 metros. Cuando aparece en la edad adulta, al haber finalizado ya el crecimiento y ser imposible crecer en altura, se produce un crecimiento de las partes periféricas del organismo (de ahí los nombres: acro= periférico; megalia= grande), como las manos, los pies y determinadas partes de la cara.

Cabe destacar en este punto, comenta Ciriza, que el paciente acromegálico ve afectada su calidad de vida en varios sentidos. Por un lado, se dan diversas complicaciones causadas por la enfermedad que limitan de forma importante la capacidad funcional y acortan la esperanza de vida del paciente. Y por otro lado, la enfermedad provoca cambios físicos progresivos del afectado, lo que supone una afectación psicológica importante, “que no siempre se tiene en cuenta”, concluye Ciriza.

Sin embargo, “el verdadero problema de salud no procede de la deformación corporal que padecen sino de que también se agrandan su vísceras, como el tiroides o el corazón, siendo estos pacientes mucho más vulnerables a enfermedades cardíacas que constituyen la principal causa de muerte en este colectivo”, asegura el doctor Antonio Picó, vicepresidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

En opinión del doctor Tomás Lucas, presidente de la Fundación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (FSEEN), “es fundamental abordar la acromegalia lo antes posible, se ha comprobado gracias a diversos estudios que los paciente no tratados fallecen con una frecuencia de dos o tres veces más que la población sana de su edad”.

-Tratamiento de la acromegalia
Existen varias vías a la hora de abordar el tratamiento de la acromegalia: cirugía, tratamiento farmacológico y radioterapia. El primer tratamiento suele ser casi siempre operar al paciente. “En más de la mitad de los enfermos, este tratamiento logra curar definitivamente la enfermedad, y en el resto baja la concentración de hormona del crecimiento y facilita que otros tratamientos la normalicen más fácilmente. Esta cirugía es altamente especializada y necesita ser realizada por un neurocirujano experto en la misma”, asegura el doctor Lucas.

“En este momento, se dispone de suficientes fármacos con diferentes mecanismos de acción que permiten, por separado o en combinación, controlar la enfermedad prácticamente en el 100% de los pacientes sin necesidad de recurrir a la cirugía o a la radioterapia”, asegura el doctor Picó.

Cuando la operación no logra normalizar la hormona del crecimiento o cuando no se puede operar a un paciente, se inicia el tratamiento farmacológico. Existen tres tipos de medicamentos: análogos de la somatostatina, (que son actualmente los más empleados), los bloqueantes del receptor de hormona de crecimiento y los agonistas de la dopamina. Los dos primeros se administran en inyecciones. Con los analogos de la somatostania, se logra mantener controlada la hormona del crecimiento en el 70% de los pacientes”, tal y como indica el doctor Lucas. “En algunos pacientes, estos medicamentos, además disminuyen el tamaño del tumor”, concluye el experto.

El otro grupo importante de medicación para tratar la acromegalia son los antagonistas del receptor de hormona de crecimiento que actúan sin disminuir la producción de hormona del crecimiento, pero sí impidiendo que la hormona actúe. “Este tratamiento logra controlar la enfermedad (normalizar la IGF-1) en más del 90% de los enfermos”, explica el doctor Lucas.

El último escalón en el tratamiento de la acromegalia es la radioterapia. Actúa dañando las células del tumor impidiendo su crecimiento y reproducción. Sin embargo, concluye el doctor Lucas, “la radioterapia se emplea solo cuando el tumor es grande, no se puede controlar con la cirugía y no se logra normalizar la hormona del crecimiento con el tratamiento médico”.

Todos estos tratamientos concluye el doctor Picó, están orientados a normalizar la secreción exagerada de hormona de crecimiento y eliminar, en la medida de lo posible, el tumor de la glándula hipofisaria que la produce, que a pesar de no ser prácticamente nunca maligno, es el origen de la enfermedad. “En este momento, se dispone de suficientes fármacos con diferentes mecanismos de acción que permiten, por separado o en combinación, controlar la enfermedad prácticamente en el 100% de los pacientes sin necesidad de recurrir a la cirugía o a la radioterapia”, indica el doctor.

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