Se estima que en España el 25% de las personas entre 2 y 20 años padecen obesidad o sobrepeso, una cifra que ha ido aumentando considerablemente en los últimos años convirtiéndolo en un problema sanitario de primera magnitud. Hasta el momento la dieta y el ejercicio físico parecían ser los dos pilares fundamentales en el abordaje de este problema. Sin embargo, existe un tercero que, aún más en el caso de los menores, parece fundamental para obtener los resultados deseados. Hablamos del “modelo psicológico”. Según el doctor Gonzalo Morandé, responsable de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Niño Jesús de Madrid, que impartirá el taller Intervención Conductual en Sobrepeso y Obesidad, “este modelo aporta algo distinto que viene a sumarse a los elementos clásicos de la dieta y el ejercicio físico. Consigue motivación para el tratamiento y favorecer su continuidad; adecuación de objetivos para hacerlos más alcanzables y aporta un formato grupal de pacientes y padres que permite aumentar su potencia”.
Sin que por el momento parezca que las estrategias puestas en marcha por la Administración o por los profesionales sanitarios obtengan grandes resultados, la puesta en práctica de nuevos planteamientos puede reconducir su abordaje. En este caso, la clave se encuentra en la motivación de los pacientes. “El factor psicológico es importante en el proceso obesogénico. Comer en exceso y engordar rápidamente puede ser la respuesta del niño ante un acontecimiento doloroso o una reacción generalizada a cualquier situación estresante”, señala el doctor Morandé. De ahí que la motivación y la voluntad bien encauzadas puedan ayudarles a enfrentar el problema y a tomar decisiones que impliquen cambios en su estilo de vida.
-Obesidad en la adolescencia
Y es que la magnitud del problema es tal que se estima que en todo el mundo unos 155 millones de niños en edad escolar presentan sobrepeso u obesidad, “lo que ha llevado a las autoridades internacionales a considerar que la obesidad infantil constituye una crisis de salud pública mundial”, asegura el doctor Miguel García Fuentes, catedrático de Pediatría de la Universidad de Cantabria y moderador de la mesa redonda Prevención y Tratamiento de la obesidad y sus comorbilidades en la Adolescencia.
Aunque generalmente se habla de obesidad y sobrepeso en la etapa infanto-juvenil, los especialistas tratan de distinguir cada vez más entre ésta en la etapa escolar y en la adolescencia. “El comportamiento del niño y el del adolescente presenta importantes diferencias que nos obligan a abordar el problema de manera muy diferente”, apunta el Profesor Julio Ardura, presidente del Comité Científico del 58º Congreso Nacional de la Asociación Española de Pediatría. En el caso de los adolescentes, “si bien la prevalencia se mantiene –en torno a un 25%- sus complicaciones y comorbilidades aumentan de manera considerable. Hablamos, fundamentalmente, el Síndrome Metabólico”, destaca el Profesor Ardura.
El Síndrome Metabólico -situación clínica que incluye diferentes grados de hipertensión, intolerancia la glucosa, resistencia a la insulina, dislipemia y obesidad central, entre otros- aumenta en 5 veces el riesgo de padecer diabetes tipo 2 y en 2 ó 3 veces el de enfermedad cardiovascular en el adulto. Su prevalencia en la población infanto-juvenil es muy dispar, dependiendo de los criterios utilizados. Recientemente, un estudio llevado a cabo en 154 adolescentes obesos aragoneses -88 varones y 76 mujeres de entre 8 y 14 años- manifestó una prevalencia que oscilaba entre el 19,1% y el 51,4% en función del criterio de definición. En cualquier caso, el 17,3% de los pacientes estudiados presentaron criterios de Síndrome Metabólico en todas las definiciones utilizadas.
-Abordaje integral
La falta de educación para la salud, tanto en las familias, como en las escuelas, tiene gran parte de la responsabilidad en este aspecto. Y es que, además de los factores de riesgo clínicos, se puede hablar también de otros ambientales: “los hábitos de vida alimenticios de una familia pueden ser, en sí mismos, un importante factor de riesgo adicional”, explica el Profesor Ardura.
Junto con los padres y los educadores, los propios pediatras deben también cambiar en ciertos aspectos su mentalidad. Hasta hace poco las medidas preventivas en la infancia se centraban en aquellas patologías que se desarrollan durante esta época de la vida. Sin embargo, ahora la tendencia es a mirar más a largo plazo. Según comenta Ardura, “todo recién nacido en el nuevo milenio debe estar libre de desarrollar enfermedad cardiovascular cuando alcance los 60 ó 65 años de vida. Debemos cambiar el chip y hacer también prevención de aquellas patologías que no vamos a ver en el niño, sino en el adulto”.
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