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04 November 2013

EL 40% DE LOS PACIENTES HOSPITALIZADOS CON UNA NEOPLASIA PUEDE PRESENTAR HIPONATREMIA SECUNDARIA AL SIADH

A pesar de que el porcentaje de pacientes oncológicos que presenta hiponatremia no está bien determinado, “se estima que alrededor de un 40% de pacientes hospitalizados y afectos de una neoplasia puede presentar este trastorno”, explica el Dr. Agustí Barnadas, jefe del Servicio de Oncología del Hospital Santa Creu y Sant Pau de Barcelona. Se trata de una disminución de las cifras de sodio en sangre por debajo de las recomendadas y que, de no ser tratado, provoca elevadas tasas de morbimortalidad.

Dado que este trastorno electrolítico es especialmente frecuente en este tipo de pacientes y que su abordaje es esencial para evitar el deterioro de la calidad de vida del paciente, el impacto sobre la eficacia del tratamiento oncológico y la reducción de la supervivencia, la hiponatremia es un tema de interés para la Oncología, razón por la que la Sociedad Española de Oncología Médica ha dedicado un suplemento a ello en su publicación ‘Formación Médica Continuada’, cuyo objetivo es “aportar elementos de formación a los oncólogos, generar consciencia de su existencia y de las diferentes alternativas terapéuticas para conceder un mejor confort a las personas que presentan este problema”, afirma el Dr. Barnadas, director científico de esta publicación y uno de los autores del especial.

A este respecto, en palabras del Dr. Ramón De Las Peñas, jefe de la Sección de Hospitalización Oncológica del Hospital Provincial de Castellón y también autor del monográfico, “en el caso de los pacientes con cáncer, la prevalencia de la hiponatremia se eleva porque el propio tumor genera una hormona antidiurética que multiplica las posibilidades de sufrir Síndrome de Secreción Antidiurética (SIADH), principal causa de la hiponatremia. En concreto, se considera que en un 75% de los casos el SIADH es la causa de hiponatremia en el paciente con cáncer”. Entre los tumores más frecuentes en los que se desarrolla el SIADH destaca el carcinoma microcítico de pulmón, en el que las propias células tumorales generan la hormona antidiurética, lo que provoca que alrededor del 40% de estos pacientes sufra hiponatremia secundaria al SIADH. “También pueden aparecer en enfermos afectos de otras neoplasias o bien de procesos inflamatorios del sistema nervioso central o con patología infecciosa pleuro-pulmonar”, añade el Dr. Barnadas.

El diagnóstico, fundamental
El principal problema al que se enfrentan los especialistas a la hora del diagnóstico es el perfil asintomático propio de esta enfermedad. En palabras del Dr. De las Peñas, “al ser una patología de instauración lenta o con cifras moderadamente bajas de sodio produce síntomas leves e inespecíficos, que en la mayoría de los casos pasan inadvertidos o son atribuidos a otras causas, como por ejemplo náuseas, fatiga, pérdida de memoria, marcha inestable o calambres musculares. Por el contrario, en casos severos se presentan otros síntomas neurológicos más característicos: debilidad, cefalea, letargia, desorientación, obnubilación e incluso parada respiratoria y muerte”. En este sentido, “acelerar tanto el diagnóstico como el tratamiento garantiza un impacto positivo en la calidad y esperanza de vida de estos pacientes”, añade el Dr. Barnadas.

Sin embargo, en opinión del Dr. De las Peñas, “parece que en los pacientes oncológicos la existencia de cifras bajas de sodio plasmático no se valora de forma sistemática, sobre todo si la hiponatremia es leve o moderada, dado que posiblemente en ese paciente existan otros parámetros biológicos y clínicos que exijan más esfuerzo diagnóstico”. A juicio de ambos expertos, el oncólogo debe ser formado para poder identificar las posibles complicaciones derivadas de este trastorno y, para ello, sería necesario, “un protocolo común para el manejo de estas complicaciones y en el que participen diferentes especialistas de forma multidisciplinar para poder definir la mejor estrategia en aquellos pacientes más complejos”, hace hincapié el Dr. Barnadas.

En relación al impacto clínico de la enfermedad, el Dr. De Las Peñas afirma que “por un lado hay que considerar la morbimortalidad de la propia hiponatremia que, en función de su severidad y rapidez de su instauración, puede dar lugar a situaciones clínicas de gravedad importante, teniendo en cuenta que en pacientes hospitalizados la hiponatremia confiere un mayor riesgo de mortalidad”. Por otro lado, este experto hace hincapié en que “en los pacientes oncológicos, en particular los que sufren un carcinoma bronquial de células pequeñas, la hiponatremia por SIADH es un factor independiente de mal pronóstico”. En definitiva, el Dr. Barnadas hace hincapié en que “la existencia de hiponatremia de larga duración afecta de forma negativa a la calidad de vida y a las expectativas de vida de las personas que lo sufren, por lo que su diagnóstico y tratamiento permite mejorar de forma clara estos dos aspectos”.

Mejora en la terapéutica
En los últimos años, han proliferado herramientas terapéuticas que han mejorado los fármacos hasta ahora disponibles que se limitaban a la restricción de líquidos y presentaban un perfil de seguridad bajo. Ahora los expertos tienen a su disposición una nueva familia de medicamentos, los vaptanes, que constituyen el primer y único avance que se ha producido en esta área en los últimos 20 años. En concreto, Tolvaptan (Samsca®), el primer antagonista del receptor V2 de la hormona antidiurética, actúa de forma específica sobre la secreción inadecuada de la hormona antidiurética. “Esta terapia ofrece ventajas en el manejo de los pacientes con cáncer y SIADH: seguridad, rapidez de acción y posibilidad de iniciar los tratamientos oncológicos específicos como la quimioterapia, con la utilización estándar de los protocolos de hidratación en cada caso”, explica el Dr. De Las Peñas.

En opinión de los especialistas, el reto actual es conseguir que todos los pacientes con hiponatremia sean evaluados de forma adecuada, y para ello, según insiste el autor del monográfico, “se deberían diseñar algoritmos y guías clínicas específicas para pacientes con cáncer en los que se requiera manejar el trastorno electrolítico sin alterar la estrategia terapéutica específica de la neoplasia”.

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