Donar nuestros órganos una vez hayamos fallecido es una acto de generosidad al que cada vez más personas se apuntan. La motivación principal, cómo no, es la de salvar vidas, pero ¿qué hay de aquella cosita personal que nos mueve a dar el paso? Cada uno tenemos nuestra razón particular y todas son igual de válidas. Hoy te traemos los motivos que diez personas han querido compartir con nosotros. ¿Y el tuyo cuál es?
Ana Ayllón, administrativa, 61 años
Mi padre falleció hace casi treinta años a consecuencia de un enfisema pulmonar y tras pasar treinta y siete días en la U.C.I. con fallos de todos sus órganos. Ocurrió en el Hospital de la Cruz Roja en Madrid, y en el momento de su fallecimiento nos solicitaron autorización para efectuar la autopsia. En realidad, el tratamiento de antibióticos que él había seguido no fue efectivo, pero la investigación podría servir para otras personas que ingresaran en las mismas condiciones que él. También nos informaron de que podíamos donar sus córneas, ya que era lo único que tenía bien, y lo hicimos. Al poco tiempo, alguien pasó por mi oficina ofreciendo hacernos el carné de donante de órganos. No lo pensé, puse una cruz en todo lo que se podía poner, siempre pensando en el bien que mi padre le hizo a otra persona y en el que podía hacer yo. Desde entonces y con mucho orgullo, llevo la tarjeta junto con mi documentación.
Azahara Pérez, archivera, 36 años
Siempre lo había comentado con mi familia, que en el caso de que me sucediese algo, me gustaría donar mis órganos. Sin embargo, no tenía ni idea de la existencia de este carné hasta que me encontré en plena calle con una campaña que ofrecía el poder inscribirte. Así lo hice. Esto fue hace 8 o 9 años ya. Reflexionando sobre las razones que me llevaron a hacerlo, supongo que qué mejor razón que poder salvar – o al menos intentarlo- a una persona. Es un simple acto de humanidad.
Kike F, analista de datos, 34 años
Siempre he pensado en la solidaridad como uno de los valores más importantes del ser humano, algo que nos hace empatizar e identificarnos con los demás. Sin embargo, nunca he creído que ser solidario consista únicamente en ayudar a alguien en un momento dado o prestarle aquello que necesita. Ser solidario implica estar unos junto a otros, en cualquier momento, aun cuando no haya necesidad de ello. Estar unidos porque todos somos seres humanos independientemente de la realidad en la que nos encontremos. Por eso, siendo donante te solidarizas con todo el género humano; compartes tu vida y ayudas a quienes lo necesitan en el momento preciso.
Isabel de Pablo, fisioterapeuta, 36 años
Yo decidí hacerme donante cuando el marido de mi madre enfermó: tenía cáncer de páncreas con metástasis en el hígado, y recuerdo que nos insistía en el hecho de que le apenaba no poder donar sus órganos debido a su enfermedad. La verdad es que antes de esto yo ni me lo había planteado, pero a raíz de escucharle, decidí hacerme donante. Fue en uno de sus ingresos al hospital. Recuerdo que había una mesa de la ONT y decidí que era el momento, así que rellené los documentos necesarios y animé a mi familia porque, aunque suene cursi decirlo, creo que aunque tu vida se apague, tus órganos pueden seguir iluminando otras vidas.
Dani Ros, parado, 27 años
Llevaba tiempo planteándome ser donante, pero me parecía que no corría prisa. Podía esperar. Todo cambió cuando un día detectaron cáncer a un familiar muy cercano. Cambió mi mundo por completo. Las horas de paseos por los parques se cambiaron por horas en los pasillos del hospital y la sala de espera de radioterapia. Allí tuve la oportunidad de conocer a otros enfermos y a los voluntarios de la AECC. Fue entonces cuando nació en mí el sentimiento de querer colaborar con todos ellos. También llamé a la ONT para que me informaran un poco. Prácticamente no les dejé terminar de hablar y dije: “Sí quiero”. Para una persona optimista como yo, encontrar algo positivo en la muerte es el súmmum. La donación es el mayor acto de compromiso con la vida. Tus órganos salvan vidas, pero también el propio gesto porque otros lo imitarán.
María González, estudiante universitaria, 27 años
Para mí, sin duda, el gesto más bonito que se puede tener en esta vida es convertirse en donante. De hecho, parece casi estúpido no hacerlo. Yo por lo menos no encuentro ni una razón para no regalar tus órganos una vez has fallecido. Para mí es una forma genial de seguir viviendo una especie de segunda vida, formando parte de otro. Porque al final regalar vida es algo que solo corresponde a dioses.... ¡y a donantes!
Isabel Díaz, jubilada, 66 años
No voy a negar que al principio, cuando me comentó mi hija la posibilidad de hacerme con el carné de donante, tenía mis reparos. Había oído cosas por ahí como que si tenías un accidente grave, en el hospital, al ver que tenías la tarjeta, no harían todo lo posible por salvarte la vida. Evidentemente esto es una burrada y no tiene ningún sentido, y no es que lo creyese, pero de alguna forma este tipo de bulos hacen mella. Hablando con personas que tenían el carné me di cuenta de lo mucho que en realidad significa un gesto como este, que no me costaba nada y que, con un poco de suerte, cuando yo falleciese estaría dejando un poquito de mi vida en otra persona que lo necesitase.
Manuel Campo, jardinero, 40 años
La verdad es que en mi caso, yo estuve tiempo debatiéndome entre si donar mis órganos o donar mi cuerpo a la ciencia. La idea de poder servir de alguna manera a la Humanidad, de ayudar a los hombres a seguir prosperando, me atraía mucho. Sin embargo, al final me decidí por pedir la tarjeta de donante de órganos. La pedí un día en la que había leído la noticia de un niño prácticamente recién nacido al que le habían trasplantado todos los órganos. Me emocionó tanto que pensé: “Yo también quiero regalar felicidad de esa forma”.
Belén Suárez, humanista, 32 años
Gracias a que un familiar me comentó que había solicitado la tarjeta de donante, conocí que existía. No había oído hablar jamás de ello a pesar de que toda mi vida había sido donante de sangre. Nunca he concebido los órganos o la sangre que me da la vida como la esencia de mí misma, ni siquiera de mi propiedad, es por eso que sería egoísta permitir que desaparecieran conmigo aun pudiendo servir a otras personas. Por tanto, mi motivo para donar es fruto del sentido común y de mi idea de ser humano. Lo que verdaderamente nos hace humanos es compartir lo que nos da la vida.
José Emilio Sánchez, economista, 59 años
Yo soy donante de sangre y órganos. Hace nada menos que 30 años que tengo mi tarjeta. Me la saqué en una feria de muestras en la que había un stand de Alcer. Allí me informaron y decidí dar el paso. La verdad es que yo, que me considero una persona solidaria, no podía haber tomado otra decisión. Mi razón es muy sencilla: como estoy seguro de que cuando muera, los órganos no me van a hacer ninguna falta, pues ¿por qué no donárselos a alguien a quien puedan servirle? No cuesta ningún esfuerzo.
**Fuente: WWW.PERSONASQUE.ES
Ana Ayllón, administrativa, 61 años
Mi padre falleció hace casi treinta años a consecuencia de un enfisema pulmonar y tras pasar treinta y siete días en la U.C.I. con fallos de todos sus órganos. Ocurrió en el Hospital de la Cruz Roja en Madrid, y en el momento de su fallecimiento nos solicitaron autorización para efectuar la autopsia. En realidad, el tratamiento de antibióticos que él había seguido no fue efectivo, pero la investigación podría servir para otras personas que ingresaran en las mismas condiciones que él. También nos informaron de que podíamos donar sus córneas, ya que era lo único que tenía bien, y lo hicimos. Al poco tiempo, alguien pasó por mi oficina ofreciendo hacernos el carné de donante de órganos. No lo pensé, puse una cruz en todo lo que se podía poner, siempre pensando en el bien que mi padre le hizo a otra persona y en el que podía hacer yo. Desde entonces y con mucho orgullo, llevo la tarjeta junto con mi documentación.
Azahara Pérez, archivera, 36 años
Siempre lo había comentado con mi familia, que en el caso de que me sucediese algo, me gustaría donar mis órganos. Sin embargo, no tenía ni idea de la existencia de este carné hasta que me encontré en plena calle con una campaña que ofrecía el poder inscribirte. Así lo hice. Esto fue hace 8 o 9 años ya. Reflexionando sobre las razones que me llevaron a hacerlo, supongo que qué mejor razón que poder salvar – o al menos intentarlo- a una persona. Es un simple acto de humanidad.
Kike F, analista de datos, 34 años
Siempre he pensado en la solidaridad como uno de los valores más importantes del ser humano, algo que nos hace empatizar e identificarnos con los demás. Sin embargo, nunca he creído que ser solidario consista únicamente en ayudar a alguien en un momento dado o prestarle aquello que necesita. Ser solidario implica estar unos junto a otros, en cualquier momento, aun cuando no haya necesidad de ello. Estar unidos porque todos somos seres humanos independientemente de la realidad en la que nos encontremos. Por eso, siendo donante te solidarizas con todo el género humano; compartes tu vida y ayudas a quienes lo necesitan en el momento preciso.
Isabel de Pablo, fisioterapeuta, 36 años
Yo decidí hacerme donante cuando el marido de mi madre enfermó: tenía cáncer de páncreas con metástasis en el hígado, y recuerdo que nos insistía en el hecho de que le apenaba no poder donar sus órganos debido a su enfermedad. La verdad es que antes de esto yo ni me lo había planteado, pero a raíz de escucharle, decidí hacerme donante. Fue en uno de sus ingresos al hospital. Recuerdo que había una mesa de la ONT y decidí que era el momento, así que rellené los documentos necesarios y animé a mi familia porque, aunque suene cursi decirlo, creo que aunque tu vida se apague, tus órganos pueden seguir iluminando otras vidas.
Dani Ros, parado, 27 años
Llevaba tiempo planteándome ser donante, pero me parecía que no corría prisa. Podía esperar. Todo cambió cuando un día detectaron cáncer a un familiar muy cercano. Cambió mi mundo por completo. Las horas de paseos por los parques se cambiaron por horas en los pasillos del hospital y la sala de espera de radioterapia. Allí tuve la oportunidad de conocer a otros enfermos y a los voluntarios de la AECC. Fue entonces cuando nació en mí el sentimiento de querer colaborar con todos ellos. También llamé a la ONT para que me informaran un poco. Prácticamente no les dejé terminar de hablar y dije: “Sí quiero”. Para una persona optimista como yo, encontrar algo positivo en la muerte es el súmmum. La donación es el mayor acto de compromiso con la vida. Tus órganos salvan vidas, pero también el propio gesto porque otros lo imitarán.
María González, estudiante universitaria, 27 años
Para mí, sin duda, el gesto más bonito que se puede tener en esta vida es convertirse en donante. De hecho, parece casi estúpido no hacerlo. Yo por lo menos no encuentro ni una razón para no regalar tus órganos una vez has fallecido. Para mí es una forma genial de seguir viviendo una especie de segunda vida, formando parte de otro. Porque al final regalar vida es algo que solo corresponde a dioses.... ¡y a donantes!
Isabel Díaz, jubilada, 66 años
No voy a negar que al principio, cuando me comentó mi hija la posibilidad de hacerme con el carné de donante, tenía mis reparos. Había oído cosas por ahí como que si tenías un accidente grave, en el hospital, al ver que tenías la tarjeta, no harían todo lo posible por salvarte la vida. Evidentemente esto es una burrada y no tiene ningún sentido, y no es que lo creyese, pero de alguna forma este tipo de bulos hacen mella. Hablando con personas que tenían el carné me di cuenta de lo mucho que en realidad significa un gesto como este, que no me costaba nada y que, con un poco de suerte, cuando yo falleciese estaría dejando un poquito de mi vida en otra persona que lo necesitase.
Manuel Campo, jardinero, 40 años
La verdad es que en mi caso, yo estuve tiempo debatiéndome entre si donar mis órganos o donar mi cuerpo a la ciencia. La idea de poder servir de alguna manera a la Humanidad, de ayudar a los hombres a seguir prosperando, me atraía mucho. Sin embargo, al final me decidí por pedir la tarjeta de donante de órganos. La pedí un día en la que había leído la noticia de un niño prácticamente recién nacido al que le habían trasplantado todos los órganos. Me emocionó tanto que pensé: “Yo también quiero regalar felicidad de esa forma”.
Belén Suárez, humanista, 32 años
Gracias a que un familiar me comentó que había solicitado la tarjeta de donante, conocí que existía. No había oído hablar jamás de ello a pesar de que toda mi vida había sido donante de sangre. Nunca he concebido los órganos o la sangre que me da la vida como la esencia de mí misma, ni siquiera de mi propiedad, es por eso que sería egoísta permitir que desaparecieran conmigo aun pudiendo servir a otras personas. Por tanto, mi motivo para donar es fruto del sentido común y de mi idea de ser humano. Lo que verdaderamente nos hace humanos es compartir lo que nos da la vida.
José Emilio Sánchez, economista, 59 años
Yo soy donante de sangre y órganos. Hace nada menos que 30 años que tengo mi tarjeta. Me la saqué en una feria de muestras en la que había un stand de Alcer. Allí me informaron y decidí dar el paso. La verdad es que yo, que me considero una persona solidaria, no podía haber tomado otra decisión. Mi razón es muy sencilla: como estoy seguro de que cuando muera, los órganos no me van a hacer ninguna falta, pues ¿por qué no donárselos a alguien a quien puedan servirle? No cuesta ningún esfuerzo.
**Fuente: WWW.PERSONASQUE.ES
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