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05 May 2009

Los resultados de estudios científicos con población americana que relacionan refrescos/obesidad no son extrapolables a España

Cada vez son más numerosos los estudios sobre consumo de refrescos y obesidad, y los resultados –todavía contradictorios- también provocan un encendido debate. Para intentar arrojar luz a la polémica, la revista científica “Nutrition Research Reviews” publicó recientemente un artículo titulado “Refrescos y obesidad: una revisión sistemática de la evidencia en base a estudios y análisis”, en el que alerta del peligro de extrapolar los resultados de estudios realizados en Estados Unidos a la población europea.

“La mayoría de los resultados de los estudios realizados con niños y adolescentes provienen de Estados Unidos, donde el consumo de refrescos azucarados es dos veces mayor comparado con el registrado en Europa”, explica. Igualmente, este artículo añade que la sociedad estadounidense posee un estilo de vida “más sedentario” que el existente en Europa, lo que agrava el problema del sobrepeso y la obesidad. Y concluye: “La mayoría de estudios sugieren que el efecto del consumo de refrescos sobre un eventual aumento de peso es pequeño salvo en personas propensas a ganar peso o que tengan altos niveles de consumo”.

La obesidad entre la población norteamericana ha aumentado considerablemente y según datos del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, en 2005 existía un 23,9% de adultos obesos, con un índice de masa corporal mayor de 30, mientras que en 2007 ese porcentaje ya alcanzó el 25,6%.

Mientras tanto, y según datos de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), el porcentaje de población adulta con obesidad en España no llega al 16%. Esto es, casi un 10% inferior a la que posee Estados Unidos, un argumento que refuerza la tesis aportada por “Nutrition Research Reviews”.

-La evidencia de Avena, en población española
El Estudio Avena, realizado sobre una muestra de más de 1.500 adolescentes españoles, afirma que “no hay una relación directa entre el consumo de bebidas refrescantes y obesidad”, reclamando una línea de actuación para las autoridades sanitarias que se centre prioritariamente en la recomendación del seguimiento de una dieta adecuada y el abandono de la vida sedentaria.
Los resultados de este trabajo desmienten las informaciones que afirman que el consumo moderado de refrescos causa obesidad. El trabajo incluyó una muestra de 1.523 personas, situada en la franja de edad que va de los 13 a los 18 años, de diferentes provincias españolas, e indica que los resultados de los estudios que hablan de una relación entre obesidad y consumo de refrescos son “débiles e inconsistentes”.

Según la Profesora de Investigación, Dra. Ascensión Marcos, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), coordinadora del estudio AVENA, “la conclusión fundamental es que no parece existir una asociación entre el consumo de este tipo de bebidas y la obesidad aunque el abordaje de un patrón dietario es más conveniente para investigar la asociación entre la dieta y la obesidad, sin olvidar en ningún momento el nivel de actividad física”.

En consecuencia, no solo los patrones dietarios son importantes, sino que también lo son los hábitos alimentarios y de actividad física/sedentarismo que se tienen que tener siempre en cuenta cuando se evalúan las relaciones con la obesidad en estudios longitudinales y transversales. “Por ello, es tan importante realizar estudios de intervención integral para tratar de identificar soluciones más sensibles ante el incremento de la epidemia de la obesidad”, agrega la Dra. Marcos.

Además, los expertos recuerdan que los estilos de vida de la población son diferentes a un lado y otro del Atlántico, con la estadounidense siendo más propensa al sedentarismo. Del mismo modo influye la dieta, más destructiva en la sociedad norteamericana por no dedicar el tiempo suficiente a la comida y por tener un estilo de vida rápido. Hoy en día se ha visto que como mínimo hay que dedicar de 15 a 45 minutos a cada ágape, según tipo de comida, y hacer cinco comidas al día.


-Otros estudios recientes
Según el Estudio Avon realizado el pasado año en Cambridge, con una muestra total de 1.203 niños de entre cinco y seis años de edad, “los resultados no mostraron una asociación significativa entre la obesidad y el consumo de bebidas azucaradas”. Es más, los datos obtenidos sugieren que el grupo que ingirió bebidas bajas en azúcares tendió a engordar más que el grupo que consumió bebidas “no rebajadas”. Esto parece ser debido a que los niños que tienen tendencia a engordar utilizan bebidas bajas en calorías como parte de un plan dietético, claramente ineficaz.

Los investigadores que participaron en este estudio afirman que hay muy pocas pruebas de que las bebidas azucaradas jueguen un importante papel en la obesidad comparadas con otras comidas, aunque también insisten en la necesidad de aportar equilibrio en la dieta”.

También en este ámbito, científicos de la Universidad de Otago, pertenecientes a diferentes áreas médicas, analizaron concretamente el consumo de azúcar o sacarosa y su relación con el peso corporal. El trabajo, publicado en “Public Health Nutrition”, tenía por objeto investigar la posible relación entre el índice de masa corporal (IMC) y el consumo de azúcar y grasa en adultos y niños de Nueva Zelanda. Para ello, se realizó un estudio transversal en hogares y colegios del que formaron parte 4.379 adultos (mayores de 15 años) y 3.049 niños (de 5-14 años). Sus resultados muestran cómo los adultos con sobrepeso u obesidad no realizaron un consumo mayor de azúcares o sacarosa que los adultos de peso normal.

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