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11 June 2014

UN ENTRENAMIENTO PROFESIONAL DEL CEREBRO ENTRE LOS 40 Y LOS 55 AÑOS DE EDAD MEJORA LAS FUNCIONES DEL MISMO

El cerebro no es una estructura inmutable, sino que responde a la experiencia vital del individuo. Este cambio en el paradigma de la neurociencia que habla de la plasticidad del cerebro, de su capacidad para evolucionar, fue definido por el psiquiatra canadiense Norman Doidge como “uno de los descubrimientos más extraordinarios del siglo XX”. Ligada a esta realidad, emerge otra relacionada con el envejecimiento, que, tal y como recuerda Javier Aizpiri, del Instituto Burmuin, “es un proceso fisiológico en el que el componente genético influye sólo un 25%. El 75% por ciento de las causas restantes dependen de factores ambientales relacionados con los hábitos y estilo de vida como el estrés, tabaco, alcohol, exceso de fármacos o una mala nutrición”.

“Hace años se pensaba que la pérdida de neuronas asociada al envejecimiento era inevitable e irrecuperable y que, por lo tanto, el deterioro cognitivo también era un proceso irreversible. Sin embargo, la ciencia ha demostrado, por un lado, que en realidad no se pierden tantas células neurológicas como se pensaba y, por otro, que casi tan importante como el número de neuronas almacenadas es que la red funcione correctamente”, subrayan desde el  Instituto Burmui, pionero en el entrenamiento cerebral (brain training) siendo el primero en Euskadi en ofrecer dicho servicio.
Desde esta consideración, precisan que “esa plasticidad del cerebro es más receptiva hasta los 21 años, las fase más fértil del desarrollo cerebral y donde más información se puede recabar merced al proceso educativo. Cuanta más información reciba y proceso un cerebro, más completo resulta su desarrollo; es como un atleta que mejora con el entrenamiento. Por tanto”, prosigue, “es posible mejorar la calidad de vida y anticiparse a la aparición de posibles enfermedades degenerativas como el alzhéimer, el cáncer o el envejecimiento precoz”.

Son muchas las personas aquejadas de problemas de memoria, atención, concentración, cálculo, etc , que aparecen en su vida por diferentes razones como es el estrés, el agotamiento psíquico, el consumo de sustancias, los trastornos ansioso-depresivos, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad o simplemente por la edad.

Si bien resulta complejo establecer una frontera, dese el Instituto Burmuin detallan que “alrededor de los 65 años comienza a hablarse del envejecimiento”. No obstante, el estilo de vida occidental provoca desajustes importantes que cuentan con diversos hitos. Por ejemplo”, subraya el especialista, “un tercio de la población consume alcohol y drogas antes de los 22 años. A ello hay que añadir la incidencia del estilo de vida, que provoca un desgaste inusual ya a los 40 años”.


Explica Javier Aizpiri que “se observan ya casos extremos: gente de 22 años con el cerebro de una persona de 80 años” pese que no sea lo más habitual. “No obstante”, y al abrigo de las estadísticas, el especialista recomienda “empezar a controlar la existencia o no de este deterioro en una franja de edad entre 40 y 50 años, cuando todavía son efectivos los tratamientos. En este campo”, recuerda Aizpiri, “la propia comunidad científica recomienda que se realicen controles al igual que se chequean el corazón o se controla la tensión o el colesterol”.  

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