El anuncio de un dia El anuncio de un diagnóstico de cáncer altera de manera abrupta y duradera el curso de la vida diaria, no solo para la persona que lo recibe, sino también para su familia. Una nueva investigación(1), que se presenta en el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) 2021, sugiere que la comunicación y el apoyo adecuados para los hijos de pacientes con cáncer todavía representan una importante necesidad no satisfecha y que los padres requieren ayuda para cubrirla.
Se estima que, en 2020, 4,6 millones de personas, de entre
20 y 54 años de edad, fueron diagnosticados de cáncer(2) en un
momento de sus vidas en el que, probablemente, estuviesen criando a sus hijos.
El impacto de un diagnóstico de cáncer en alguno de los progenitores en el
desarrollo de un niño varía según la edad del menor, la evolución de la
enfermedad y, especialmente, dependiendo de cómo se haya gestionado la
implicación del menor en el desarrollo de la enfermedad de sus padres.
Compartir noticias negativas con los hijos y gestionar la
angustia que les podría causar es una de las tareas más abrumadoras a las que
se enfrentan los padres, en un momento en el que ya deben per se procesar sus propias emociones sobre la enfermedad. Sin
embargo, según el profesor Carlo Alfredo Clerici, experto en psicología clínica
e infantil de la Universidad de Milán (Italia), de acuerdo con “las corrientes
psicológicas actuales, se considera que compartir con los menores cierta
información sobre la enfermedad de los padres y la posibilidad de su muerte no
solo es útil, sino que tiene un efecto protector contra fenómenos traumáticos”.
La
ignorancia no implica felicidad cuando un padre tiene cáncer
Según el autor del estudio, el Dr. Sinen Korbi, del
Instituto Salah Azaiez (Túnez), entre los pacientes está muy extendida la idea
de que al no compartir información sobre la enfermedad, se está protegiendo el
equilibrio psicosocial de los menores. “Este fue uno de los aspectos citados
por aquellos progenitores que habían optado por ocultar completamente la verdad
a sus hijos”, afirma el Dr. Korbi.
Casi todos los participantes del estudio (96%) observaron
cambios de comportamiento en sus hijos, que van desde ansiedad y depresión,
pasando por dificultades académicas, hasta violencia y abuso de sustancias,
pero solo nueve progenitores consultaron a un psiquiatra infantil. “Muchas
personas piensan que pueden manejar estos problemas por su cuenta o con la
ayuda de sus familiares, pero la realidad es que es importante animarlos a que
compartan esta información con los profesionales sanitarios para que, en caso
de que sea necesario, podamos derivarlos a otros especialistas. La manera de
proceder puede ser tan sencilla como preguntar a los pacientes, cada vez que
tenemos una consulta con ellos, cómo se encuentran sus hijos”, afirma el Dr.
Korbi.
“Este estudio deja clara la necesidad de incrementar el conocimiento
sobre el papel que juegan las dimensiones psicológicas y emocionales en la vida
de las personas. Se debe tener en cuenta el hecho de que los niños realizan su
propia interpretación de la vida y pueden sufrir mucho cuando no cuentan con
adultos que les ayuden a gestionar las emociones”, señala Clerici. "Las
futuras investigaciones deberían de centrarse en aquellos episodios traumáticos
que pueden desarrollarse a largo plazo".
La
comunicación con los niños sobre la enfermedad debe ser un proceso continuo
El trauma llega a ser especialmente probable cuando un
niño se enfrenta a la muerte de uno de los progenitores a causa de un cáncer.
La comunicación con los menores sobre la enfermedad debe ser un proceso
continuo que, idealmente, debería de comenzar poco después del diagnóstico de
cáncer incurable e incluiría herramientas para poner en práctica tras el
fallecimiento del progenitor. Más allá de que la comunicación entre padres e
hijos deba adaptarse a la edad del menor, es importante que los progenitores
reciban orientación por parte de profesionales de la salud. A menudo, los
profesionales de la salud y de la asistencia social desconocen los desafíos a
los que se enfrentan los progenitores durante este período(3).
Teniendo presente hasta qué punto es posible preparar a un
niño para la pérdida de un padre para reducir los posibles episodios
traumáticos y cuándo esta ausencia produce un grado de sufrimiento difícil de
gestionar, el profesor Clerici subraya la importancia de reconocer que la necesidad
de apoyo de los niños no se limita a la fase terminal de la enfermedad ni a las
primeras etapas del duelo. “Su crecimiento estará marcado por el desafío que
supone encontrar en el progenitor superviviente (el que no ha tenido cáncer) y
en nuevas relaciones sociales y emocionales oportunidades para compensar su
pérdida”, explica el psicólogo de la Universidad de Milán.
“La mayor generación de recursos de atención que aseguren
el apoyo psicológico a largo plazo y el seguimiento del menor podría ayudar a
estas personas a gestionar los sentimientos que puedan experimentar de soledad
emocional o abandono”. Si bien existen ciertas ayudas por parte de los sistemas
de salud, el profesor Clerici incide en los importantes ahorros de salud que se
pueden producir a largo plazo.
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