. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en
2019 se suicidaron en España 3.671 personas -2.771 hombres y 900 mujeres-,
“siendo el suicidio ya la primera causa de muerte no natural en España,
cifra que se ha disparado sobremanera durante la pandemia de la Covid-19, una
tendencia especialmente alarmante entre los jóvenes de 15 a 29 años con un
aumento del 250% de los intentos de suicidio en este período y rango de
edad”, advierte Carmen Barceló, psicóloga clínica del Hospital Quirónsalud Málaga. Los
especialistas relacionan el boom de los datos con el estallido del coronavirus
y sus consecuencias, sobre todo entre adolescentes, “debido a que han visto
muy limitadas herramientas de socialización fundamentales para su desarrollo”.
En nuestro país se produce
una media de 10 suicidios diarios; uno cada dos horas y media. El Observatorio
del Suicidio en España apunta que las muertes por suicidio duplican ya las
de los accidentes de tráfico, multiplican por 13 los homicidios y por 67 la
violencia de género.
Ante cifras tan
alarmantes, la prevención es la mejor baza. La OMS conmemora el Día Internacional para la Prevención del Suicidio el
10 de septiembre, bajo el lema “Crear esperanza a través de la acción” y
apuntando que “el 30% de los suicidios se podrían evitar”. En este
sentido, en la mayoría de los casos, según Carmen Barceló, se pueden
identificar señales de alarma, que nos sirven como indicadores que debemos
conocer para poder prevenir e intervenir. “Es erróneo determinar que la
mayoría de las personas que se suicidan quiere morir. La mayor parte de las
personas con conductas suicidas lo que desean es liberarse definitivamente de
su situación de crisis, hablan de la desesperación asociada a ese momento vital
de crisis. Lo que no quieren es vivir de la manera en que lo están haciendo; si
la situación de vida cambia, probablemente su deseo de muerte también lo haga.
Por ello, es fundamental detectar esas crisis para buscarles solución”. De
hecho, añade la psicóloga de la Unidad de Terapia,
Rehabilitación y Psicología de Quirónsalud
Málaga, “se estima que el 75% de las personas que han consumado el suicidio
hicieron alguna advertencia previa. Estas advertencias deben entenderse
como peticiones de ayuda y se recomienda explorar, preguntar e indagar sobre el
significado de esas expresiones”.
Otro falso mito que lleva
a resultados fatales es creer que hablar del suicidio incita a hacerlo. La experta recomienda, por el contrario, ofrecer razonamientos
positivos y favorables a la vida, facilitar una visión alternativa de la
situación, ofrecer apoyo y posibles soluciones a las dificultades que describe,
escuchar con ecuanimidad, así como dar la atención y el espacio que la persona
necesita para expresarse.
Señales de alarma
Entre las señales ante las
que debemos prestar especial atención, la psicóloga Carmen
Barceló advierte algunas verbales, como
“comentarios negativos sobre uno mismo o su propia vida, así como
verbalizaciones relacionadas con el acto suicida o la muerte, tales como la
vida es un asco, estaríais mejor sin mí, quiero desaparecer, no merece la pena
seguir viviendo…”. Por otro lado, también aconseja estar pendientes de
señales no verbales, como cambios repentinos de conducta: aumento de
irritabilidad, aumento de consumo de alcohol, mucha calma o tranquilidad
repentina o regalar objetos muy personales o cerrar ciertos asuntos sin motivo.
Factores de riesgo
Entre los factores que suelen
estar detrás de conductas suicidas, se puede destacar la presencia de una enfermedad
mental, como depresión, bipolaridad, alcoholismo o abuso de sustancias,
esquizofrenia o problemas en la conducta alimentaria; una enfermedad crónica,
como cáncer, SIDA, diabetes o esclerosis múltiple; o ciertos factores
psicológicos, como angustia, desesperanza, impulsividad y agresividad.
Igualmente, entre los datos del Observatorio del Suicidio en España también se
puede señalar que el riesgo de suicidio aumenta con la edad, sobre todo en
varones, siendo las mayores tasas en varones con más de 79 años.
Con todo lo expuesto,
también se hace obvia la necesidad de normalizar y desestigmatizar los
trastornos mentales. Dar visibilidad a este tipo de situaciones ayuda a que personas
que puedan estar viviendo algo similar o aquellas de su entorno puedan detectar
y mitigar sus sentimientos de dolor, vergüenza o culpa y soliciten atención
profesional. Frente a ello, pueden contactar con su centro de salud más
cercano, con algún profesional de salud mental o incluso con alguna persona de
confianza a la que pueda expresar el malestar que siente.
“Hoy en día, hay
teléfonos con atención 24 horas que dan soporte emocional en momentos de crisis
y ponen en marcha el llamado plan de seguridad que corresponda en cada caso,
que puede beneficiar a la persona en cuestión. Igualmente -continúa explicando
Carmen Barceló- existen asociaciones especializadas en prevención e
intervención con los que se puede contactar en el momento que lo deseen, tanto
la persona en crisis como sus familiares y amigos, para que reciban información
de cuál puede ser su actuación”.
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