Cuando
el sistema inmunitario no reconoce como propio un órgano trasplantado lo rechaza
de dos maneras principalmente: a través de las células o a través de anticuerpos
(proteínas que identifican lo que no es nuestro y lo atacan). Este último es el
llamado rechazo humoral y actualmente supone uno de los principales retos para
los profesionales que se dedican al trasplante de órganos, porque aproximadamente
el 25% de los injertos renales se pierde por su causa.
Además
de las causas anteriores, existen otros motivos que pueden se asocian a la
pérdida del injerto como puede ser el hecho de que se reproduzca la enfermedad
original, alguna complicación quirúrgica o que se sufra alguna infección. Según
el doctor Daniel Serón, jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Vall
D'Hebrón de Barcelona, “factores como el hecho de tratarse de un donante vivo o
cadáver, la edad del mismo y la calidad del órgano determinan, Influyen en la
supervivencia del injerto
Tal
es la importancia del rechazo de tejidos que durante el III Congreso de la
Sociedad Española de Trasplante se le han dedicado varias mesas. Los expertos
coinciden en que, aparte de las causas bilógicas o médicas, hay un factor
esencial para evitar el rechazo: la adherencia al tratamiento.
Perspectivas en el rechazo humoral
El
doctor Fernando Cosío, director médico para Trasplantes de Riñón y Páncreas de
la Mayo Clinic en Minnesota, durante el III Congreso de la Sociedad Española de
Trasplante (SET) que se celebra en Valencia ha explicado que “durante muchos años no reconocimos el rechazo
humoral y los avances en el trasplante renal se basaron en el desarrollo de medicamentos
que controlan el rechazo celular pero no el de anticuerpos” Sin embargo,
explica, “en los últimos años se ha mejorado mucho en el conocimiento de este
tipo de rechazo y se han desarrollado métodos para medir los anticuerpos antes
y después del trasplante”.
Gracias
a estos avances, señala este experto, hoy se puede tratar y prevenir el rechazo
humoral agudo (de hecho, su incidencia es muy baja, menos de un 1% al año del
trasplante), aunque existe un tipo de rechazo humoral crónico que es mucho más
difícil de tratar. “La incidencia de este rechazo aumenta progresivamente con
el tiempo, llegando al 20-25% de los injertos entre los cinco y diez años del
trasplante”.
Sin
embargo, explica, “no hay duda de que hoy sabemos cómo diagnosticar mucho mejor
este tipo de rechazo que antes, por lo cual es muy posible que la incidencia
del rechazo humoral crónico en realidad no haya aumentado, sino que lo
diagnosticamos mejor”.
El
Dr. Cosío ha basado su ponencia en este congreso en los mecanismos
inmunológicos que producen este tipo de rechazo y su patología, así como los
tratamientos más adecuados.
Hay dos
factores que con frecuencia se asocian al rechazo del órgano mediado por
anticuerpos: el incumplimiento del tratamiento por parte del paciente y la
minimización excesiva de la dosis de inmunosupresión.
En
relación al segundo, en los últimos años, y con el objetivo de disminuir los
efectos secundarios de la inmunosupresión, los expertos han tratado de reducir
al máximo la cantidad de medicamentos que prescribe a los pacientes. Pero al hacerlo,
se ha demostrado que pueden aparecer los anticuerpos. “A pesar de las mejores
intenciones, estos esfuerzos pueden tener malas consecuencias porque abren la
puerta al rechazo humoral crónico”, aclara el Dr. Cosío.
Educación y formación para evitar el
rechazo a largo plazo
Hasta
hace unos años se creía que, tras el trasplante, los pacientes seguían de
manera rigurosa el tratamiento indicado. La realidad es otra y es que un
porcentaje de los trasplantados tienen poca adherencia al tratamiento. El Dr.
Serón explica el proceso: “no es que dejen de seguirlo de manera súbita sino
que, paulatinamente, van separando las dosis hasta que abandonan el
tratamiento” y añade, “durante los primeros meses los pacientes se olvidan de
tomarlo por la falta de hábito, en torno a los 6 meses lo cumplen según lo
establecido y a partir de entonces es cuando comienzan a descuidarse y la
irregularidad en la toma del tratamiento puede favorecer la aparición del rechazo crónico”.
Para
que esto no ocurra, los profesionales coinciden en la necesidad de que el
paciente esté informado de los riesgos. “La formación y la educación de los
trasplantados es imprescindible ya que tienen una repercusión directa sobre su
salud. Así las cosas y con el fin de mejorar los resultados de los trasplantes,
es conveniente reflexionar sobre la importancia de invertir en educación y
formación de los pacientes para mejorar los resultados”, incide el Dr. Serón.
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