Es muy común hablar de la vitamina D, pero se trata de un
término compuesto por dos palabras y ninguna de las dos termina de ser
correcta. Vitamina D, ni es una vitamina ni es tan solo una. No es una
vitamina, sino una hormona, porque actúa en prácticamente todos los órganos y
sistemas del organismo. Por otra parte, no es solo una, ya que se trata de varias
sustancias complejas interconectadas.
Una
vitamina es un producto que el organismo no consigue sintetizar y, por ello,
debe ser ingerida. Sin embargo, una hormona, cualquiera y por muy compleja que
sea, es sintetizada de manera natural por nuestro organismo. En concreto, la
mal llamada vitamina D se fabrica en nuestro organismo gracias a la tarea
combinada de la piel, el hígado y el riñón. Es por ello que los especialistas
consideran que la vitamina D en realidad debería denominarse hormona D o complejo
hormonal D.
“Estudios
recientes le otorgan cada vez más peso a las funciones de la desconocida
hormona D. Con el término vitamina D se cometió un error histórico a principios
del siglo XX en Gales. En este escenario, los médicos se dieron cuenta de que
los niños que trabajaban en la mina padecían raquitismo, enfermedad que
asociaron a la carencia de alguna vitamina. Por ello, la nombraron vitamina D.
En 1920, el científico alemán Adolf Windaus descubrió
que en realidad se trataba de una hormona. Tiempo después recibió el premio
Nobel por descubrir la estructura molecular de esta hormona”,
explica el Dr.
José Luis Neyro, especialista en Ginecología y Obstetricia.
Hormona
D, no vitamina ya que cuenta con receptores en partes clave del organismo
La hormona D cuenta con receptores en distintos lugares de
nuestro organismo, como los huesos, el páncreas, el sistema cardiovascular o el
sistema inmune. Esta hormona juega un papel clave relacionado con la absorción
intestinal del calcio o el mantenimiento de la homeostasis ósea y muscular a
través de la modulación del metabolismo del calcio y el fósforo (funciones
endocrinas). Además, la hormona D presenta funciones paracrinas y autocrinas,
regulando la proliferación y la diferenciación celular.
En
los últimos 20 años han surgido distintos estudios que establecen que el 3% del
genoma humano está regulado directa o indirectamente por la hormona D. El
déficit de esta hormona, cuya incidencia se estima entre el 37-50 % de la
población sana, tiene un número considerable de repercusiones, de diverso
alcance, sobre la salud.
Para ser funcional, la vitamina D precisa de una
hidroxilación en el hígado, donde se convierte en 25-OH-D. Posteriormente, se
produce una segunda hidroxilación en el riñón, convirtiéndose en
1,25-dihidroxi-vitamina D3 (1,25(OH)2D) o calcitriol, que es la biológicamente
activa, con acciones fisiológicas en individuos de todas las edades.
El
organismo reduce la capacidad de fabricar la hormona D con la edad
“Al igual que con otras hormonas, a partir de los 50 años
decae lenta pero inexorablemente la capacidad de fabricar hormona D. Se ha
afirmado incluso que las personas a partir de esta edad necesitarían unos 7,5
litros de leche o 22 huevos para tener la dosis necesaria cada día. El 50% de
las personas mayores de 50 años, tanto hombres como mujeres, tienen déficit de
la citada hormona. Este porcentaje va a en aumento a medida que la población
envejece, llegando a un 87%”, asegura
el Dr. Neyro.
Además de la edad, el factor ambiental juega un papel clave
asociado al déficit de hormona D. Aunque España sea uno de los países que
cuenta con más horas de sol de Europa, los niveles de vitamina D de los
españoles están por debajo de los de otros europeos, como, por ejemplo, los
escandinavos.
En palabras del Dr. Neyro, “debemos medir la vitamina D en cada uno de nuestros
pacientes y suplementar cuando sea preciso. En otros países como los
escandinavos, las autoridades sanitarias han optado por fortificar los
alimentos lácteos con vitamina D y, de esta manera, su población cuenta con
niveles adecuados de esta hormona. En las personas con déficit (sea severo o
no) la suplementación mejora en gran medida los niveles físicos y metabólicos.
El médico es el profesional sanitario que debe revisar los niveles de vitamina
D de su paciente y adecuar el tratamiento en el caso que sea necesario”.
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