En el ensayo controlado aleatorizado se determinaron los niveles sanguíneos de ácidos grasos poliinsatura- dos de cadena larga del tipo omega-3 y omega-6 en 362 escolares sanos de entre 7 y 9 años de edad, quie- nes recibieron 600 mg al día de ácido docosahexaenoico (DHA) o placebo durante 4 meses. A sus padres se les pidió que valoraran los hábitos de sueño de sus hijos a lo largo de una semana normal (1). Los resulta- dos del estudio mostraron que el aporte suplementario de DHA se tradujo, consecuentemente, en niveles sanguíneos más altos de DHA, los cuales se asociaron en forma significativa con una mejor calidad del sueño, incluyendo menor resistencia a acostarse, menos parasomnias (trastornos del sueño que van desde terror nocturno y parálisis del sueño hasta enuresis nocturna) y menor perturbación total del sueño. Los niños con un mayor consumo de DHA durmieron casi una hora más y se despertaron durante la noche siete veces menos, comparados con los niños que tomaron placebo. Una mayor proporción DHA con respecto a los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga del tipo omega-6 y al ácido araquidónico (AA) también está asociada con menos alteraciones del sueño. En total, el 40 % de los niños que participaron en el ensayo tenía una alteración clínica del sueño, tal como resistencia a ir a la cama, intranquilidad para conciliar el sueño y constante interrupción del mismo en el curso de la noche.
Los investigadores indicaron que ya desde hace tiempo se conoce que varios de los compuestos sintetizados en el organismo a partir de los ácidos grasos de tipo omega-3 y omega-6 desempeñan un papel fundamental en la regulación del sueño. Por ejemplo, bajos niveles de DHA –el principal ácido graso del tipo omega-3 encontrado en el cerebro- se han asociado con bajos niveles de melatonina, una hormona que interviene en la regulación del ciclo sueño-vigilia (2). Estudios anteriores han mostrado que los niveles sanguíneos de DHA en la población infantil entre 7 y 9 años son, en general, alarmantemente bajos y esto podría estar directa- mente relacionado con los problemas de comportamiento y aprendizaje, probablemente causados por la falta de sueño.
Los investigadores indicaron que ya desde hace tiempo se conoce que varios de los compuestos sintetizados en el organismo a partir de los ácidos grasos de tipo omega-3 y omega-6 desempeñan un papel fundamental en la regulación del sueño. Por ejemplo, bajos niveles de DHA –el principal ácido graso del tipo omega-3 encontrado en el cerebro- se han asociado con bajos niveles de melatonina, una hormona que interviene en la regulación del ciclo sueño-vigilia (2). Estudios anteriores han mostrado que los niveles sanguíneos de DHA en la población infantil entre 7 y 9 años son, en general, alarmantemente bajos y esto podría estar directa- mente relacionado con los problemas de comportamiento y aprendizaje, probablemente causados por la falta de sueño.
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