En algunas enfermedades crónicas, los efectos adversos de
los tratamientos empleados repercuten en la calidad de vida de los pacientes
tanto o más que los síntomas de la propia enfermedad. Este es el caso de los
pacientes con trombocitopenia inmune primaria (PTI), una enfermedad autoinmune
en la que el organismo destruye sus propias plaquetas. Hematólogos de toda
Andalucía se han reunido en Sevilla en el encuentro “¿Estamos mejorando la calidad de vida del paciente con trombocitopenia
inmune primaria (PTI)?”, organizado por GSK para valorar los avances que se
han producido en esta patología a partir de la llegada de nuevos tratamientos.
En la PTI se produce una destrucción acelerada de las
plaquetas y una insuficiencia a la hora de reponerlas. Esta condición puede
provocar hemorragias en distintas partes del organismo, lo que afecta a la
calidad de vida de aquellos que la padecen.
Pero, además, los efectos secundarios que originan
algunos tratamientos que se han utilizado tradicionalmente para evitar la
destrucción plaquetaria, “influyen negativamente en las personas que padecen
PTI”, ha señalado la doctora Isabel
Caparrós, hematóloga del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga
que ha participado en la jornada. Entre estos efectos secundarios se incluyen
cambios de humor, aumento de peso, infecciones, osteoporosis, insomnio, cambios
en la piel, hipertensión o diabetes.
La PTI afecta a entre 2 y 6 personas por cada 100.000
habitantes. Se dan tres casos en mujeres por cada caso en un hombre, aunque a
partir de los 60 años la diferencia entre sexos se iguala.
Pérdida de calidad de vida
Los estudios han determinado que un paciente con 30
años con PTI severa pierde 20,4 años de esperanza de vida y 14,9 de QALYs (años
perdidos con calidad de vida). “Unas cifras similares a las de otras
enfermedades autoinmunes u otras .,La mejora de la calidad de vida de los pacientes con PTI crónica, sobre todo la de aquellos que presentan circunstancias especiales como edad avanzada o comorbilidades, sigue siendo el reto pendiente en el abordaje de la enfermedad”, ha señalado José Antonio Pérez-Simón, jefe de Servicio de Hematología del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla
En este sentido, el doctor Pérez-Simón ha explicado que “el
desarrollo de nuevas herramientas objetivas permite a los hematólogos evaluar
la calidad de vida relacionada con la salud del paciente que padece PTI y
aplicar los resultados obtenidos a la toma de decisiones terapéuticas”.
De esta forma podemos “evitar el sobretratamiento de los
pacientes para disminuir los efectos secundarios”, ha indicado la doctora
Caparrós.
Nuevos tratamientos
Los fármacos más frecuentes para tratar la PTI son los
corticoides e inmunoglobulinas. Dependiendo de la evolución de la enfermedad
pueden llegar a utilizarse también fármacos inmunosupresores e incluso realizar
la extirpación quirúrgica del bazo (esplenectomía). En los últimos años, el
conocimiento de los mecanismos etiopatogénicos de la PTI ha llevado a la
aparición de nuevos agentes trombopoyéticos, que han revolucionado el abordaje
de la enfermedad. Estos fármacos ejercen una función similar a la de la
trombopoyetina que estimula la producción de plaquetas y “presentan eficacia en
una amplia proporción de pacientes refractarios a tratamientos convencionales, con
un alto perfil de seguridad y reducida toxicidad”, ha indicado la doctora Rosa Campos, hematóloga del
Hospital del SAS de Jerez de la Frontera.
Y lo más importante, ha ahondado la doctora Eva Mingot,
es que “en este último año hemos visto que su perfil de seguridad se mantiene
en el tiempo en sujetos con PTI crónica. Son fármacos seguros y eficaces”.
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