Las infecciones han sido y
siguen siendo un problema muy frecuente en el final de la vida y es
habitualmente el último acontecimiento patológico que precipita la muerte. “Las
más frecuentes en estas circunstancias son la sepsis y las infecciones
respiratorias, urinarias y agudas de piel y tejidos blandos, así como una
miscelánea de otros cuadros”, apunta el doctor Emilio Bouza, jefe del Servicio
de Microbiología Clínica del Hospital General Universitario Gregorio Marañón
(Madrid) y coordinador de la jornada “Ética de la infección en el paciente
terminal”, organizada por la Fundación de Ciencias de la Salud, en colaboración
con GSK.
Los profesionales sanitarios
se cuestionan aspectos tales como la limitación del esfuerzo terapéutico. “Es
una decisión que debe tomarse de acuerdo con el paciente y sus familiares, y en
la que no caben generalizaciones”, señala el experto. “Debe adaptarse a muy
diversas circunstancias y situaciones del enfermo, influyendo también el tipo de fármacos de los que tengamos potencial necesidad
y considerando problemas ecológicos ajenos al propio afectado”, añade.
En el caso concreto de un
episodio de sepsis se plantea si hay que tratarlo o si debe dejarse evolucionar
de manera natural, no prolongando con ello la agonía del paciente.
En la jornada también han
participado los doctores Diego Gracia, presidente de la Fundación de Ciencias
de la Salud; Alberto Alonso, coordinador de la Unidad de Cuidados Paliativos
del Hospital La Paz; Pedro Montilla, coordinador de la Unidad de Seguimiento
Cercano y Cuidados Domiciliarios del Servicio de Microbiología Clínica y
Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón; y Marta Mora, coordinadora de la Unidad de Enfermedades
Infecciosas y Microbiología Clínica del Servicio de Medicina Interna del
Hospital Universitario La Paz.
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