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27 November 2014

La Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia (AMAFE) celebra su XXV aniversario con una jornada de puertas abiertas

Pasado, presente y, sobre todo, futuro. Son los ejes sobre los que se ha desarrollado la jornada de puertas abiertas con la que la Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia (AMAFE) ha celebrado su 25 aniversario. En esta jornada, realizada en colaboración con Otsuka-Lundbeck, se han abordado las necesidades e inquietudes no sólo de los enfermos, sino también de las personas que les quieren, cuidan y protegen.

El pasado: no podríamos entender los orígenes de AMAFE sin irnos atrás en el tiempo, a aquel momento en el que se produjo la desinsistitucionalización psiquiátrica. Puede que hayamos olvidado que, hasta mediados de los 80, las personas que padecían una enfermedad mental grave se encontraban recluidas en centros especializados (los conocidos como ‘sanatorios mentales’ o, con mucha mayor crudeza, ‘manicomios’).  A partir de 1985, la responsabilidad de sus cuidados pasó a recaer en sus familias, que se vieron desbordadas ante esta nueva situación. En este contexto, “un grupo de familiares de personas con enfermedad mental grave sintió la necesidad de dotarse de una entidad que pudiera dar respuesta a las cuestiones relativas a la salud mental de sus seres queridos –ha explicado Ana Cabrera, directora de AMAFE-. El objetivo, entonces, era apoyarse mutuamente y afrontar juntos la situación desbordante que produjo en el seno de las familias la desinstitucionalización psiquiátrica”.

El presente: Veinticinco años después, AMAFE cuenta ya con cerca de 600 socios que, a su vez, representan a miles de familias con algún miembro afectado de esquizofrenia. “Somos la voz de sus necesidades y, como tal, complementamos los recursos públicos de atención a personas con esta enfermedad”.
Pero, ¿cuáles son esas necesidades? ¿qué inquietudes desasosiegan a los enfermos y a sus familiares? Aun sabiendo que existe una enorme variedad de circunstancias, en líneas generales podemos señalar que hay dos momentos especialmente complicados en la  historia familiar. El primero, evidentemente, es el diagnóstico inicial. Se trata de aceptar, asumir, comprender y, a partir de ahí, aunar esfuerzos para conseguir que el tratamiento sea exitoso. Para ello, el enfermo debe comprometerse, y eso no es siempre fácil, ha explicado el doctor David Fraguas, psiquiatra del Hospital General Universitario Gregorio Marañón: “En un primer momento, cuando todavía no hay síntomas claros, lo ideal sería hacer una intervención precoz para evitar que se llegue a una situación clínica; esta intervención pasaría por identificar los factores de riesgo… y eliminarlos”. Más adelante, si ya hay síntomas de esquizofrenia, probablemente se necesite un tratamiento farmacológico. El problema, entonces, suele ser “el de los efectos secundarios, que afectan a la calidad de vida del paciente: pueden tener síntomas metabólicos (con aumento de peso); cognitivos (con dificultad para la concentración), o alteraciones del movimiento. Es muy importante individualizar el tratamiento y optar por aquellas opciones que nos permitan dar menos dosis durante menos tiempo”.
El segundo momento crucial surge cuando, con el paso de los años, se plantea la duda de qué va a ser del enfermo en el momento en que sus padres o cuidadores falten. Manuel Lora-Tamayo, notario y miembro de AEQUITAS –fundación creada por el Notariado para velar por los intereses de las personas necesitadas de especial protección-, ha explicado que “el Derecho provee de herramientas legales que permiten proteger los intereses de estas personas, tanto desde el testamento como en vida del cuidador; por ejemplo, tenemos la posibilidad de la donación, la figura del Patrimonio Protegido… Dado que no hay una regla general, la recomendación es que se consulte cada circunstancia particular ante el notario, que es el especialista en sucesiones”.
   
El futuro: Estos han sido sólo los primeros 25 años de AMAFE. Por delante quedan otros muchos, en los que, señala Ana Cabrera, “trabajaremos para ser el nexo de unión entre dispositivos, no sólo clínicos, sino también sociales, de forma que la asociación pueda estar en el día a día socio-comunitario y consiga que la esquizofrenia no sea algo ajeno. Que deje de ser el mito que es hoy. Nuestro objetivo es incluir, dialogar, acercar. En esencia, catalizar la normalización de la enfermedad en la sociedad”.

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