España es ya el país más saludable del mundo, según el índice Bloomberg Healthiest Country. En concreto, nuestro país ha obtenido una puntuación de 92,7 sobre 100,
adelantando cinco posiciones desde el último análisis, en 2017. De acuerdo a
este índice, tienen que ver, entre otros aspectos, nuestro sistema sanitario de
Atención Primaria y la dieta mediterránea, con el consumo habitual de
alimentos como el tomate o el aceite de oliva.
Desde la Sociedad Española de
Endocrinología y Nutrición (SEEN) celebran este primer puesto de España
como país más saludable del mundo y subrayan que seguir un patrón de dieta mediterránea es
muy recomendable ya que, “además de proporcionarnos una dieta apetitosa y
adaptada a nuestras costumbres, nos ayuda a mantenernos sanos y a prevenir el
desarrollo de numerosas enfermedades crónicas típicas de nuestro tiempo, como
la diabetes, la obesidad, enfermedades cardiovasculares o algunos tipos de
cáncer, que acortan la esperanza de vida”.
Sin
embargo, la sociedad científica alerta que se está produciendo un descenso en
el seguimiento de la dieta: “El nuevo estilo de vida, asociado a los cambios
socioeconómicos, principalmente, son una amenaza para mantener un patrón de
dieta mediterránea y que la hereden las generaciones futuras”. De acuerdo al Informe del Consumo de
Alimentación en España de 2017, del Ministerio de Agricultura, Pesca y
Alimentación, constata un descenso del consumo en todos los productos asociados
con la dieta mediterránea. Este estudio, que analiza lo que comen los
españoles, asegura que “por tipos de productos, destaca el crecimiento del
consumo de alimentos como platos preparados (+4,8 %), aceite de girasol (+21,1
%), arroz (+1,1 %, legumbres (+4,7 %) y pastas (+2,9 %), entre otras. Sin
embargo, en otros alimentos como el aceite de oliva, los mariscos y moluscos
frescos, los pescados frescos, las hortalizas frescas y alimentos básicos de
alimentación como el pan, se constata un descenso de consumo durante 2016”.
El estudio PREDIMED (Prevención
con Dieta Mediterránea) también corrobora esta tendencia. En este estudio se incluyeron 7.447 personas
repartidas por ocho comunidades autónomas y se demostró que el grado de
adherencia a la dieta mediterránea tradicional medido en una escala de 14
puntos era de alrededor de 8,5. Es decir, españoles de edad media-avanzada
obtenían solo un aprobado. Pero la puntuación obtenida por personas más jóvenes
es mucho más baja.
Desde la SEEN se
recomienda fomentar el patrón de dieta mediterránea, que ha demostrado
ampliamente sus beneficios en este mismo estudio, donde se ha evidenciado que
la dieta mediterránea conlleva menor incidencia de enfermedades
cardiovasculares, que son la principal causa de mortalidad en el mundo. En
concreto, los primeros resultados obtenidos de este estudio evidencian que un
abordaje integral con dieta mediterránea, actividad física y modificación de la
conducta puede constituir el tratamiento no farmacológico clave en pacientes
con sobrepeso u obesidad y riesgo cardiovascular elevado.
“Con el
estudio PREDIMED queda patente que para lograr una pérdida de peso y reducir el
riesgo cardiovascular es necesario adoptar un estilo de vida mediterráneo,
integrando unos hábitos saludables de alimentación y actividad física, y
mantenerlos a largo plazo”.
Para evitar
la pérdida de nuestro patrón de alimentación mediterránea, desde la web de la
SEEN ponen a disposición de todos unas recomendaciones de dieta mediterránea para
ponerla en práctica:
- Tomar alimentos ricos en fibra,
minerales y antioxidantes.
- Usar preferentemente aceite de oliva
virgen tanto para cocinar como para condimentar ensaladas. Disminuir en la
dieta el consumo de grasas animales (como mantequilla, tocino, bollería
industrial, carnes grasas, embutidos, quesos, bacon, natas…). No
tomar muchos alimentos fritos, pero si se hace, utilizar siempre aceite de
oliva virgen y no superar la temperatura de ebullición.
- Comer más pescado que carne (y aportan
grasas más saludables). Se recomiendan de dos a cuatro raciones de pescado
a la semana.
- Reducir el consumo de las carnes rojas
(como ternera, cerdo, caza) y, sobre todo, de carnes procesadas, como
embutidos. Tomarlas como máximo 2 veces por semana. Dentro de las carnes,
elegir las que menos grasa tengan, como la de ave sin piel o conejo (en total
2-3 veces semana).
- Hay que fijarse en el etiquetado y
evitar el consumo de alimentos elaborados con aceites vegetales
hidrogenados o grasas vegetales (de palma o coco) y/o animales. Suelen
estar presentes en margarinas comerciales y numerosos productos de
bollería industrial como galletas, alimentos de comida rápida,
precocinados y aperitivos salados.
- Los huevos son un magnífico alimento.
Pueden tomarse de tres a siete huevos enteros por semana.
- Evitar alimentos y bebidas a los que
durante la fabricación y procesamiento se les ha añadido azúcares,
especialmente refrescos.
- Evitar tomar alimentos ultraprocesados
(añaden, con mucha frecuencia, demasiada sal, azúcares y grasa no
saludable).
- Se recomienda ingerir dos raciones
diarias de lácteos. En periodos de crecimiento y mujeres embarazadas,
lactantes y menopáusicas es aconsejable tomar una ración más. Puede ser
entera. No obstante, si está obeso o con sobrepeso, tiene colesterol
elevado o presenta cualquier enfermedad cardiovascular, se recomienda tomarla
desnatada. El consumo de yogures y/o leches fermentadas es una forma muy
saludable de tomar lácteos.
- La sal, mejor yodada. Se recomienda
añadir poca sal a las comidas y evitar los productos enlatados, embutidos
y precocinados por su alto contenido en sal. Para dar más sabor a nuestros
platos, se pueden utilizar hierbas aromáticas tales como tomillo, perejil,
orégano, estragón, pimentón, comino, etc.
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