Aunque la comunicación efectiva entre médico y paciente ha mejorado en términos generales en los últimos años, todavía existen numerosos obstáculos que deben superarse, siendo necesario dotar a los médicos de recursos y estrategias que mejoren esta comunicación. Así se ha planteado en la XIV Jornada MEDES “Lenguaje médico centrado en el paciente”, organizada por la Fundación Lilly en el marco de los Cursos de Verano de El Escorial, donde profesionales médicos y especialistas en el lenguaje han aportado posibles soluciones para favorecer que en medicina las palabras ayuden tanto a mejorar la asistencia médica prestada como a su humanización.
Hace unas décadas, la comunicación
médico-paciente se basaba habitualmente en una relación personalista en la que
la autoridad del médico frente al paciente regía las relaciones y las
habilidades comunicativas se consideraban innecesarias para resolver los
problemas. “En cambio, hoy en día es importante que la relación sea
recíproca (“comunicación centrada en el paciente”) porque se ha demostrado que
de su eficacia depende en buena medida la confianza del paciente con el médico
y, con ella, el éxito terapéutico”, ha explicado Rafael Aleixandre,
científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y
especialista en Documentación Médica por la Universitat de València.
En este sentido, el director de la Fundación
Lilly, José Antonio Sacristán, ha puesto en valor la medicina centrada
en el paciente y ha recordado que la humanización ha de estar presente en todos
los ámbitos de la medicina, también en el lenguaje: “Muchas veces pensamos
que la humanización del sistema sanitario consiste en decorar las salas. Sin
embargo, la humanización es mucho más, requiere cambios profundos, conceptuales
y culturales, que pasan fundamentalmente por escuchar y entender al paciente,
comprenderle e incluso consolarle. Las palabras en medicina son
una parte fundamental”.
Una buena comunicación médico-paciente
Una buena comunicación contribuye a generar
confianza, complicidad, respeto, seguridad y esperanza en el paciente,
aumentando así la capacidad diagnóstica y mejorando la adherencia al
tratamiento. Todo ello se traduce en una disminución de la demanda asistencial,
de la derivación de los pacientes y de la petición de pruebas diagnósticas. Por
consiguiente, una comunicación inadecuada puede incidir de modo negativo en
todos estos aspectos.
Bertha Gutiérrez Rodilla, doctora en
Medicina y licenciada en Filología Hispánica, asegura que el poder de la
palabra en el ejercicio de la medicina “es inmenso”, ya que el paciente, en
muchas ocasiones, sale más aliviado de la consulta por lo que dice el médico,
por cómo le habla, que por las pautas de diagnóstico y tratamiento: “La pena
es que muchos profesionales de la medicina no son conscientes de ello y
prefieren refugiarse en las pruebas que realizan, en la pantalla del ordenador
o en cualquier otra cosa antes que en hablar cara a cara con tranquilidad,
sencillez y claridad con el paciente y sus familiares”.
Tal y como señala Rafael Aleixandre, la buena comunicación “debe
establecerse por fases desde el primer contacto con un paciente, ya que no es
necesaria la misma actitud en una primera visita que en la prescripción del
tratamiento”. En todo momento debe concurrir la motivación junto a un
lenguaje verbal y corporal apropiado, basado en el interés por el paciente, la
empatía y el conocimiento de su entorno personal y familiar. “Es necesario
saber escuchar, ser franco en la mirada, mostrar comprensión y utilizar un
lenguaje verbal basado en la persuasión, adaptado al nivel cultural del
paciente y evitando los tecnicismos innecesarios”, añade.
De la misma forma en que se intentan
personalizar los tratamientos, el médico debe adaptar su lenguaje a las
peculiaridades de cada paciente, a su nivel cultural, a su estado de ánimo y a
sus expectativas. Y, como norma general, debería escuchar más y hablar más. El
doctor y traductor médico Fernando A. Navarro asegura que “hablar más
implica a menudo explicar mejor y preguntar más, lo cual genera empatía, zada
de la medicina, rebosante de helenismos, latinismos, epónimos, anglicismos,
siglas y tecnicismos, sino que, como asegura Navarro, “en todo acto
médico intervienen al menos dos personas, y tan médico es el lenguaje que usa
el facultativo como el que usa el paciente, aunque no se exprese en griego ni
en inglés”. Así lo ha expuesto en la conferencia inaugural de la jornada:
«Lenguaje médico, lenguaje de pacientes (también)».
El paciente debe ser capaz de transmitir su
problema al médico, y éste debe poder interpretar y valorar correctamente la
información recibida para, acto seguido, transmitir al paciente, en términos
comprensibles, un juicio clínico sobre su problema (diagnóstico) y la solución
al problema (tratamiento). “Por último, el paciente debe ser capaz de
entender las prescripciones médicas para llevarlas correctamente a la
práctica”, señala este experto.
En este sentido, Bertha Gutiérrez
asegura que en el lenguaje médico influyen las nuevas tecnologías, que ayudan a
que las palabras se alejen cada vez más de las que utilizamos en nuestra vida
cotidiana, así como el peso que otras lenguas ejercen sobre él. “En el
momento actual, el lenguaje está lleno de anglicismos y de términos y palabras
mal formadas, incoherentes, totalmente alejadas del lenguaje médico en español”.
En caso de utilizar estos tecnicismos, se deben explicar y tener la seguridad de
que se han entendido. Solo debe interrumpirse al paciente cuando sea necesario
para conducir la entrevista hacia lo sustancial. Asimismo, las preguntas que se
formulen deben dirigirse a identificar los problemas y a lograr un
entendimiento. Esta experta señala también que el lenguaje corporal es una
parte imprescindible de la comunicación médico-paciente, “por lo que debe
procurar la empatía, que puede manifestarse mediante gestos y miradas sinceras
que trasmitan una buena acogida, comprensión e interés por el paciente y por
sus problemas de salud”.
Estrategias para mejorar la comunicación
médico-paciente
Para resolver los problemas que afectan a la
comunicación entre médico y paciente y tratar de corregir la deriva
deshumanizadora que está sufriendo el ejercicio de la medicina, Fernando A.
Navarro señala que “habría que empezar por reconocer el error de asumir
que el futuro médico, por el mero hecho de serlo, será capaz de comunicarse
bien con el paciente o sus familiares. Una vez aceptado eso resulta más
sencillo admitir que quizá va siendo hora de que el estudio del lenguaje y las
técnicas de comunicación formen parte, como asignatura reglada, del plan de
estudios de nuestras facultades de medicina”.
Y es que las técnicas comunicativas no
siempre se poseen de forma innata; pueden aprenderse y practicarse. Por ello, Bertha Gutiérrez Rodilla indica que “es
absolutamente necesario que los profesionales sanitarios –y los que aspiran a
serlo– reciban una formación que les ayude a reencontrarse con otros aspectos
que intervienen en la vida de las personas, más allá de su pura biología, como
los factores de índole psicológica, económica y social que influyen en nuestros
estados de salud y de enfermedad”. Dentro de esa formación, la que atañe a
todo lo relativo a la comunicación tanto verbal como no verbal es absolutamente
relevante.
Además de la
formación en habilidades de comunicación, Rafael Aleixandre añade
que, para hacer frente a la cada vez mayor información que tienen los pacientes
y que han obtenido de Internet y de las redes sociales, “los médicos deben
estar continuamente muy actualizados en estas tecnologías y ser capaces de
orientar a sus pacientes sobre páginas web acreditadas que ofrezcan información
rigurosa y contrastada”. Además, los responsables de la gestión de la
sanidad deberían disminuir la presión asistencial sobre los médicos para que
dispongan de más tiempo para cada consulta y aumentar así las posibilidades de
mejorar la comunicación. “Es necesario seguir investigando en todos los
aspectos que permitan mejorar la comunicación médico-paciente y que respondan a
los nuevos desafíos de mantener la calidad de los servicios de salud, incluyendo
el papel que pueden desempeñar las tecnologías de la información y
comunicación”, concluye.
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