Los pediatras alergólogos afirman que las familias y
los pacientes, no solo tienen problemas para acceder al tratamiento, sino que
esta situación está teniendo un fuerte impacto psicológico en ellos, con
síntomas de angustia y ansiedad. “Se trata de una situación muy grave para la
que SEICAP reclama una pronta solución que garantice la seguridad de estos
niños”, indica la doctora Mercedes Escarrer, presidenta de la SEICAP. A día de
hoy, la disponibilidad más habitual es la de Anapen® 300, un autoinyector de
adrenalina con un sistema de aplicación distinto. “Esto nos ha llevado a tener
que instruir nuevamente a los pacientes y familiares en su uso, lo que genera
estrés”, advierte. Por otro lado, la otra opción, Emerade® 300, no financiado,
habitualmente ya no se encuentra disponible.
Una de las soluciones a las que han tenido que
recurrir las familias, es a la obtención de la medicación vía extranjera. Así,
el 31% de los médicos encuestados refiere pacientes que han tenido que recurrir
a ello, bien a través de los servicios de farmacia hospitalaria o bien mediante
los servicios de salud autonómicos. “Esto implica un aumento de los trámites
para conseguir la medicación y de los tiempos de espera para su
disponibilidad”, comenta la doctora Escarrer. La encuesta ha sido realizada por
pediatras alergólogos de la SEICAP procedentes de 14 comunidades autónomas,
siendo las comunidades mayoritarias las de Cataluña, Andalucía, Madrid, Islas
Canarias, Comunidad Valenciana y Murcia, lo que coincide con áreas con mayor población
pediátrica.
La anafilaxia es la reacción alérgica más grave,
rápida y potencialmente mortal que puede padecer una persona. “Su prevalencia
está aumentando en los últimos años en niños por lo que es importante que todos
estemos concienciados sobre la importancia de su tratamiento, para lo que es
fundamental el autoinyector de adrenalina, ya que puede salvar vidas”,
argumenta el doctor Juan Carlos Juliá, miembro del Grupo de Trabajo de
Anafilaxia de la SEICAP. Una de las principales causas de anafilaxia es la
alergia alimentaria, que también están en aumento.
La
anafilaxia se caracteriza por “la presencia simultánea de sintomatología en
varios órganos del cuerpo, hasta en un 80 % hay afectación cutánea (urticaria
y/o angioedema) pudiendo acompañarse de síntomas digestivos y respiratorios
principalmente, pero en los casos más graves puede verse afectado el sistema
cardiovascular pudiendo originar hipotensión y shock”, explica el doctor Juliá.
En cuanto aparecen los primeros signos de anafilaxia “se debe administrar lo
antes posible la adrenalina para evitar su evolución y una consecuencia fatal.
Por ello es necesario que los niños en riesgo la lleven encima en todo
momento”, indica.
Abastecimiento
insuficiente
En España la adrenalina autoinyectable se adquiere
con receta médica, que proporcionará el
pediatra alergólogo al paciente. “Es aconsejable disponer de 2 autoinyectores de adrenalina que
siempre deberán estar en donde se encuentre el niño (casa, colegio, viajes,
etc.)”, afirma el doctor Juliá. Lo
recomendable es que tenga una fecha de caducidad lo más larga posible, “ya que
lo normal y deseable es que no la tenga que usar y caduque y hay que tener en
cuenta que no se puede sustituir por otros medicamentos”, añade.
Después del desacuerdo entre ALK y el Ministerio de
Sanidad por el precio del autoinyectable (pasaba de 42,09 a 35,81 euros), el
problema de desabastecimiento fue incrementándose durante 2018. “Por un lado,
había pacientes que precisaban renovar los autoinyectores que caducaban, para lo
que no resultaba suficiente el abastecimiento de otras farmacéuticas (Altellus®
y Emerade®, este no financiado) dado que la demanda se incrementó de forma
rápida”, sostiene el doctor Juliá. Además, el breve tiempo de almacenamiento
por la caducidad del producto, conllevó
roturas de stock de estos fármacos. La incorporación al mercado español de un
nuevo AIA (Anapen® 300) a partir de marzo de 2018 aumentó la disponibilidad
pero de manera insuficiente. Por otro lado, a
partir de la mitad de 2018, también se produjo desabastecimiento de los
AIA de 150 mcg, al dispensarse dos de ellos como sustitutos del de 300 mcg, lo
que amplificaba el problema a los niños que tenían prescrita la dosis de 150
mcg.
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